lunes, 29 de septiembre de 2014

“LA NIÑA DE BLANCO BAJO LA FRONDA DEL MEZQUITE...EN LA VERA DEL CAMINO ”



¡Miren, miren, que horror!, una niña sin cara bajo el mezquite hace señas pidiendo ayuda!... ¡Pero no puede ser lo que estamos viendo!, el vestido blanco es luminoso y fosforescente, no se le ve la cara y va flotando!...gritaban aterrados con los ojos desorbitados, los niños y adultos dentro del vehículo, el que estuvo a punto de salirse   de la carretera, debido al tremendo impacto que le causo aquella inesperada aparición, no hace muchos días, esa noche de mayo, frente al Rancho Verde, casi casi llegando a San Bartolo, la tierra del mango y del iguano.

Doña Rosita, de noble profesión enfermera, acompañada de su familia, cinco adultos y dos pequeñínes, venían de Santiago, la tierra del rebelde pericú y del padre martir, como es su costumbre de pasar los fines de semana visitando la familia en distintos poblados al sur de la península, esa vez había pasado un día maravilloso con sus familiares y amigos en Santiago y San Bartolo....venían muy contentos platicando de diversos tópicos y cantando...ella, una mujer incrédula de cosas sobrenaturales pero muy respetuosa de la ideología y creencia de los demás, le gusta y está acostumbrada desde niña a escuchar relatos de espantos y aparecidos entre otras cosas de parte de sus mayores y amigos; pero nunca se imaginó Doña Rosita que viviría una experiencia tan esptantosa junto con su familia aquella noche de mayo.

Dijo, que eran como las nueve treinta de aquella tétrica noche, después de despedirse en San Bartolo de sus familiares, el vehículo con su cargamento humano se deslizaba a velocidad prudente por la carretera...el caserío dormido de San bartolo había quedado atrás...en la espesa oscuridad de la noche, a la luz de los fanales del carro, como alma en pena la sombra de los árboles a la vera del camino a gran velocidad iban pasando...dentro del vehículo la alegría se desbordaba ya iban pasando al Rancho Verde, cuando de pronto, a la derecha de la carretera, bajo un gran mezquitón la luz fosforescente rompió aquella oscuridad de la noche...fue cosa de segundos....al unísono los siete pasajeros vieron la terrorifica aparición.

Era una niña como de diez años que pedía auxilio con sus manitas levantadas al cielo, en un gesto desesperado, mirando hacia San bartolo...estaba vestida de ropajes largos, blancos y muy brillante, el cabello largo y rubio lo volaba el viento, y el rostro no se le miraba, sólo se veía una sombra negra....pero lo más raro es que no pisaba el suelo...fueron sólo unos instantes de esa aparición...luego, ante los aterrados ojos de la incrédula Doña Rosita, y quienes la acompañaban, la niña fosforescente, se esfumó, desapareció bajo la fronda del mezquite dejando una estela brillante, la que en segundos también desapareció.

Todos quedaron mudos de espanto, mirándose unos a otros, sin saber que decir, los niños, dice Doña Rosita, todavía no pueden dormir bien a pesar que hace como quince días que sucedió esto y no quieren volver por aquellos rumbos, ni aunque los castiguen, dice. A Ismael, el novio de su sobrina, quien les acompañaba no le preocupó mucho este macabro suceso, pues dice que él ya la ha visto en otras dos ocasiones cuando viajaba acompañado  de su padre, y algunos amigos...que cuenta la leyenda que por el rumbo donde se aparece esta alma en pena, al finalizar el siglo antepasado, existió una niña miuy inteligente con facultades de clarividencia, la que era muy acertada en sus premoniciones, pero que para aquella época, la ignorancia de la gente la calificaba de bruja  y que todo lo malo que sucedía le echaban la culpa a ella, hasta que decidieron lincharla.

Cuentan los que vivieron esta tragedia, que aquella noche, la chusma enardecida, armados de piedras, palos y antorchas encendidas, llegaron al hogar de la niña, la que su unico pecado fue haber tenido poderes extraordinarios y que con lujo de violencia, la sacaron de la casa, la apedrearon, y la arrastraron por brechas y caminos hasta que la mataron y luego, la tiraron bajo el mezquite, que eran como las nueve y treinta de aquella noche fatal. Otro día, sus padres fueron a buscarla para darle cristiana sepultura, pero que para su sorpresa el cuerpo de la niña ya no se encontraba...nunca apareció. Quedó en el misterio, y que a través de los años son muchos los que la han visto y escuchado porque cuentan que para mala suerte del que vaya caminando a esas horas de la noche, pasando el rancho verde, se escuchan aullidos como de coyotes o lobos, luego lastimeros lamentos de agonía, y enseguida se ve la aparición fosforescente bajo el mezquite...son varios los rancheros que andaban campeando que les ha sucedido esta macraba aparición.


Dice la enfermera Doña Rosita, que después de esta espeluznante experiencia, ya se le quitó lo incrédula y que va a pasar mucho tiempo por esos rumbos de Rancho Verde, y que los niños juran y perjuran que no volverán por ahí.

“…Por el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”


Este trabajo fue publicado, hace más de 10 años en el periódico “El sudcaliforniano” revista “Compás” y programa de radio “Contacto directo”



















viernes, 26 de septiembre de 2014

“DON NACHO SCHCOLINK...UN PERSONAJE DE LEYENDA... EL TICHO ARMENTA Y VICENTE BELTRAN, SUS AMIGOS INSEPARABLES”.


           
·         SU NOMBRE FUE ISIDORO SCHOLINK...POR CARIÑO Y COSTUMBRE LA GENTE LO BAUTIZO...”DON NACHITO”.


...Aquel visitante de ultramar, el joven Isidoro...Con un tercio de colchas en los hombros, y un veliz repleto de cosas, acompañado de su amigo inseparable el “Ticho Armenta”, montado en ancas de la mula recorría las callecitas y rancherías de La Paz de antaño, al grito del pregonero vendiendo sus mercancías de primerísima calidad a los mejores precios a crédito y de contado.
Una noche plateada del mes de Octubre de 1926, las tranquilas y misteriosas aguas pletóricas de promesas y leyendas de nuestra bella península, transportaron en la barcaza de vela a don Isidoro Scholink, quien después de dejar su tierra natal, llegó a La Paz en busca de una mejor vida...y al contemplar la belleza de este puerto de ilusión, a sus gentes, sus exuberantes y hermosas palmeras mecidas por el viento, las que él no conocía, sus mares inundados de pelicanos y gaviotas dándole la bienvenida, quedó prendado de esta tierra que lo recibió con los brazos abiertos invitándolo a unir sus esfuerzos para impulsar su desarrollo...y don Isidoro hundió en esta tierra sus raíces y puso en ella su amor, sus esperanzas y sus conocimientos, iniciándose en la rama comercial a pie y a caballo, por aquellas callecitas de La Paz de antaño, y por las rancherías aledañas, realizando venta de mercancías desde el trueque y la fayuca, hasta consolidar una de las empresas de más prestigio de nuestra entidad. “LA PALMA”...a la que le puso así, por el hecho de quedar cautivado al conocer las palmeras a su llegada a esta tierra. Desde entonces, La Palma fue y ha sido fuente de trabajo por generaciones para varias decenas de familias contribuyendo al desarrollo de nuestro Estado y la que ha prevalecido hasta nuestros días a pesar de los embates económicos que se enfrenta.

      “MI EXITO MAS GRANDE EN LA VIDA ES HABER SIDO ACEPTADO EN ESTA COMUNIDAD”, decía muy contento y agradecido Don Nachito Scholink.
     
      En aquella época de bonanza, de perlas y ensueño de La Paz romántica...por las empedradas y polvorientas callecitas transitaba a pie, un joven con el rostro lleno de fe e ilusiones...con una docena de colchas y cobijas en los hombros pregonando en abonos su mercancía...y a señas se hacía entender por qué no hablaba el español...la gente lo miraba con alegría, respeto y asombro, pues era el primer vendedor que ofrecía sus mercancías personalmente tocando de puerta en puerta en los hogares sudcalifornianos...espejos y peines también vendía...encajes, hilos y agujas, así como estampas religiosas en la puerta de la parroquia de nuestra señora de La Paz....la suerte le sonreía y todo vendía...poco a poco se fue ganando el afecto sincero de los habitantes de este pintoresco pueblo, y su negocio fue creciendo hasta llegar a comprar un gran veliz de lámina el que traía repleto de ropa fina y cositas que tanto gustaba a las familias del ayer...y quienes ya lo extrañaban cuando no lo miraban pasar con sus colchas sobre los hombros y su gran veliz, con su alegre pregón.

      “SE PUEDE ESCOGER DONDE VIVIR, PERO NO DONDE NACER, DECIA DON NACHITO LLENO DE REGOCIJO”...sabias palabras de Don Isidoro.

      ...Por las calles de La Paz se escuchaba el pregonero...!colchas y cobijas baratas, Tápalos y Medias de Popotillo!, ¡espejos!, ¡peines!, ¡estampas religiosas!, etc., el Ticho Armenta, el bolerito del pueblo fue su ayudante e inseparable amigo de toda la vida...Don Nacho Scholink con la ayuda del Ticho, fue doblando sus ganancias y compró una mula y con el Ticho en ancas de la mula, y Vicente Beltrán cargando el beliz se aventuraban a vender en las rancherías aledañas, intercambiando mercancías, noticias de aquel acontecer, y afectos.

      A Don Nachito le encantaba visitar el antiguo mercado Madero; así como convivir con la gente del pueblo porque allí, decía él , saludaban a Don Nacho...y en el banco saludaban a la chequera...el encanto, sencillez y belleza de la virtuosa mujer sudcaliforniana, la señorita Anita Romero, lo cautivó; y después de  un bello romance de acuerdo a las tradiciones y costumbres de la época, contrajeron nupcias, procreando 8 hijos: David (qepd), Dora, Eva, Rubén, Clara, Jorge, Anita y Silvia, quienes les dieron la dicha de varias decenas de nietos y bisnietos en sus 50 años y un mes en esta tierra bendita por la mano de Dios...tierra que le reclamó  a Don Nachito su tributo en noviembre de 1976...dos meses después del deceso de su adorada esposa, quedando ambos fundidos en su piel peninsular.

      Después de muchos afanes, la primer tienda que inicio don Isidoro Scholink fue por la calle Zaragoza, ese local lo tenía anteriormente un señor que le decían Don nacho...la gente así conocía esa tienda y decían “vamos panque Don Nacho”, y cuando don Isidoro la compró, la gente le siguió diciendo Don Nacho, ese nombre le puso la gente del pueblo que lo estimaba...gente de la más humilde hasta de los más altos niveles sociales...y a don Isidoro le gustó ese nombre de don nacho que le puso su gente del pueblo y que llevo hasta sus últimos días.

      Así se le recuerda con cariño a quien amó tanto a esta tierra y sus gentes...y quien decía “que él era más mexicano que los propios mexicanos” así como recuerdan también a Doña Anita, su fiel esposa que elaboraba con sus propias manos ropa diversa y tejía artísticamente zapatitos y chambritas de estambres para su venta en la popular tienda...ella unió sus esfuerzos al de Don Nacho para cimentar “...LA PALMA” una tienda de gran tradición en La Paz la que siempre lucia bien surtida de todo lo que la gente necesitaba para la comodidad de su hogar, desde hermosas y finas telas, calzado, muebles y detalles.

      “A DONQUE QUIERAS QUE FUERES HAZ LO QUE VIERES DECIA DON ISIDORO, A QUIEN LE ENCANTABA HACER EL BIEN AL QUE MAS LO NECESITARA...fue el ejemplo que Don Nachito dejo a sus hijos.

      El Ticho Armenta, su inseparable amigo que no sabía leer ni escribir pero era buenísimo para sacar las cuentas, cobraba las notas de memoria del 1 al 30, mientras que Don Vicente empujaba el beliz repleto de lindas telas y prendas de vestir...y cuando Don Nacho se hacía bolas. El ticho lo sacaba de apuros. El ticho Armenta creció y se formó bajo el amparo de Don Nacho Scholink... Cuentan entre otras muchas anécdotas de Don Nachito, “Que una vez se realizó en La Paz un gran evento social al que por alguna causa Don Isidoro no fue invitado, y dicen que para incomodarlo le dijeron... Fíjate nacho que todo estuvo tan bonito, fue fulano y zutano, y se sirvieron ricos manjares... a lo que Don Nachito contestó... en ese momento de la fiesta de manteles largos yo estaba feliz de la vida en un rancho con gente tan sencilla puro corazón, en una cocina llena de humo y de ricos olores con grandes hornillas y rebosantes cazuelas de exquisitos guisados comiendo machaca con frijoles refritos, quesito de apoyo acompañado de tortillas de harina con café de talega con nata, pero sobre todo rodeado de gente tan noble y sincera con una sonrisa de oreja a oreja... al paso del tiempo la brisa del tiempo cubrió de nieve sus cabellos, hasta que don nacho y el ticho acudieron al llamado del señor.

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miércoles, 24 de septiembre de 2014

“LA TUMBA SIN NOMBRE”



           
            Esa soleada mañana, en el panteón de San José del Cabo, de pronto mis ojos se encontraron con esa tumba sin nombre, con una fresca y perfumada rosa, llamando mi atención el epitafio

“Fría, insensible bajo esta losa,
Victima triste de la parca airada
Una joven beldad yerta reposa
Con lágrimas tristonas lloradas
Fue su muerte temprana y lastimosa
Mortal, si has conocido los amores
En su túmulo vierte unas flores”.

 Y cuenta el reconocido maestro Don Rubén Monroy Castro, nativo de esas tierras josefinas, la historia de esta tumba sin nombre que dio paso a la leyenda y dijo . No sé ni quien es...ni de donde sea...pero esto sucedió hace más de un siglo en el histórico poblado de San José del Cabo donde el rumor de los dos mares se unen con sus murmullos cantarinos de las olas del mar...que parecen plegarias al cielo...voces del pasado de antiguos pobladores.

            Cuenta la leyenda que vivió una joven a su tierna edad enamorada...quizás de un imposible amor...sus padres no permitieron nunca que se consumara dicha unión...la joven tuvo como exilio ese pueblo mencionado, pues procedía del Estado Norte de Baja California. Cuentan los mayores, que una mañana de frío invierno a principios del siglo pasado fondeó un gran vapor frente a la “aguada segura” o estero de San José. Venía, como era la costumbre, cada seis meses a traer toda clase de mercancías, y a embarcar ganado y todo tipo de productos de la región. Dicen los que saben mucho, que ante la sorpresa de los remeros, desembarcó una hermosa joven de cuerpo juncal, de tez muy blanca, de larga cabellera negra y venía ataviada de largos y blancos ropajes... por equipaje llevaba colgando al hombro un atado de cosas, lo que parecía un bulto o un morral...conteniendo quizás, algún cambio de ropa o cosas muy personales. Con una mantilla blanca se cubría el rostro...y la negra y ondulada cabellera que le volaba al viento, no permitía apreciar bien sus facciones.

            La pequeña embarcación se perdía entre las embravecidas olas, que al golpe de remos cortaban las aguas...impávida y trémula, la bella mujer perdía su mirada indiferente en la distancia...un sollozo entre cortado bajo el manto se escuchaba...al arribar la barca, la bella pasasjera, de un salto llegó a tierra; y ante la mirada de los hombres que guiaban la canoa...las huellas de sus finos pies descalzos iban quedando plasmadas en las ardientes y níveas arenas, perdiéndose en la distancia. Nunca nadie supo su nombre...ni quién era...ni de donde vino...su vida siempre fue un misterio...sólo sabían que desembarcó en San José del Cabo, del vapor un día...en solariega y antigua mansión se le miraba deambular como alma en pena...siempre cubriendo su rostro con el manto...se fue tejiendo la leyenda a su alrededor...unos decían que venía exiliada por su familia, por no se que amor imposible...otros, que tal vez padecía una enfermedad contagiosa e incurable...lo cierto es que la hermosa y misteriosa joven fue muriendo poco a poco de inanición.

            Los días transcurrían para la bella, lentamente en el histórico y pintoresco San José del Cabo y para los pocos habitantes de la época que miraban recelosos la llegada al poblado de esta mujer de rostro cubierto por el manto, de blancos y largos ropajes y de cabellos tan negros como las alas de cuervo.

            La parca cumplió su misión...fría, yerta e inerme la encontraron un día, con el rostro cubierto con el blanco manto...manos piadosas le dieron cristiana sepultura y respetándole su sentir no le descubrieron el rostro, ni se investigó quién era, descansando sus restos mortales en el panteón municipal en San José del Cabo quedando su tumba sin nombre y sin fecha. Cuenta la leyenda que al paso de los años, la tumba sin nombre es visitada por los enamorados, principalmente por los de amores imposibles y le piden el favor a la mujer de la tumba sin nombre, quien sufrió de este mal de amores, peticiones según,  para lograr que se consolide el amor de la pareja. Aseguran que son muchos los testimonios de amores realizados.

            La tumba sin nombre, siempre tiene flores frescas, llevadas por algún enamorado, y sobre la lóbrega lápida reza un epitafio, inspiración de algún enamorado anónimo, el cual impacta  a los jóvenes y dice así:
“Fría, insensible bajo esta loza.
Víctima triste de la parca airada
Una joven beldad yerta reposa
Con lágrimas tristísima llorada
Fue su muerte temprana y lastimosa
Mortal, si has conocido los amores
En su túmulo vierte unas flores”.

            La tumba sin nombre, es visitada por jóvenes enamorados y siempre tiene flores rojas; incluso, hasta los extranjeros le llevan una flor...no sé ni quien es, ni de donde sea...sólo sé que desembarcó en San José un día.

            ...San José del Cabo, tierra de misterios...de andar de milenios...cuna de grandes héroes, ilustres hombres y bellas mujeres…

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lunes, 22 de septiembre de 2014

“LA MUJER DE NEGRO DE LA 16...QUE SE SUBE A LOS TAXIS Y LUEG DESAPARECE”.

            En las madrugaditas aquellas de La Paz de los molinos de viento, en las empedradas calles se escuchaba el fuerte traqueteo del negro carruaje tirado al trote por brísos y negros corceles también, llevando su bella pasajera, al que estaba envuelta en la historia y la leyenda “La dama de negro de la 16”...perdiéndose carruaje y mujer en la nada, en la obscuridad de la noche.


         En la actualidad, son varios los taxista espantados a quienes por la madrugadita, una joven y hermosa mujer vestida elegantemento toda de negro, les hace la parada en las calles 16 de Septiembre y Revolución...ésta, según se sube al taxi, les ordena “Rumbo al panteón”, pero cuando ya casi van llegando, la bella pasajera desaparece...el asiento trasero del vehículo va completamente vacío, impregnado a perfumes de flores de madreselva y huele de noche.

            Sobre esta macabra aparición, cuenta Doña Estefana, linda señora de la tercera edad, que sus mayores les contaban cuando niña la leyenda de la mujer de negro del arroyo de Los Sandoval, el que después se llamó arroyo central, y ahora es la calle 16...que desde la época de la colonia, fueron varios los vecinos de esas calles que se despertaban en las madrugadas aquellas al escuchar el fuerte traqueteo de un carruaje negro tirado al trote por bríosos corceles negros también, y los osados que abrieron sus ventanas para ver de donde procedía ese ruido quedaron admirados que a esa hora de la madrugada, estaba una mujer vestida toda de negro haciéndole la parada al carruaje y luego ésta se subía en él, perdiéndose en la obscuridad de la noche...que cuando empedraron la calle Revolución por los años de 1920, el ruido de las ruedas del carruaje resonaban más fuertes en el empedrado, como alegre castañuelas, y la gente, a fuerza de la costumbre,  nada más se daba vuelta entre las sábanas y decían “Es el cuarruaje que viene por la dama de negro” y seguían durmiendo.

            Continúa diciendo Doña Estefana que contaba su abuela que en los tiempos aquellos corría de boca en boca la leyenda de que existió en La Paz una hermosa mujer quien se vestía siempre de negro...nunca se supo su nombre, ni donde vivía, ni de donde vino, la dama de negro estaba envuelta en el misterio, se aparecía de repente en los bailes o en los eventos de más importancia en La Paz, como buscando algo o a alguien,  siempre vistiendo igual, con una mirada profunda, cargada de tristeza...la gente se acostumbró a ver a la bella joven vestida de negro...de repente no se le vio nunca más, lo que fue muy notorio. Al tiempo, corrió la leyenda que se aparecía haciéndole la parada a los carruajes y luego a los vehículos de la época, y así a través de los años, generación tras generación son muchos lo que la han visto y subido a su vehículo y luego se les desaparece quedando aterrados...

            Ahora, al llegar a nuestros días ya son varias las personas que han visto a la dama de negro por la madrugada en la esquina de Revolución y 16 de Septiembre, haciendo señales como parando vehículos, y que desafortunadamente si pasa un taxi por ahí, la sube, ella da órdenes que rumbo al panteón y luego desaparece en el trayecto ante los aterrados ojos del chofer quien no puede dar crédito que tan bella pasajera vestida elegantemente toda de negro, desaparezca nada más así como así.

            Uno de los taxistas, quien pidió no mencionar su nombre, porque pensarían que está loco, cuenta su macabra experiencia:

            Que aquella madrugadita, como a las 4.30 de la mañana, iba él al Hospital Militar a ver un hijo enfermo...que al hacer el alto en calle Revolución porque el semáforo estaba en color rojo, de pronto, de la nada, se apareció una linda muchacha vestida toda de negro, haciéndole la parada, solicitando el servicio, y como la vio tan apurada y muy afligida le dijo que se subiera...recuerda el chofer, que le dijo “suba señorita, no se vaya a romper las medias”, y la muchacha subió y se arrellanó comodamente en el asiento trasero, para eso se prendió el semáforo en verde, y ella ordenó “Rumbo al panteón por favor”, enfilé por la calle Cinco de mayo, golpeaba a mi nariz el exquisito aroma a flores del perfume de la pasajera...por el espejo miraba su bello rostro...los ojos llorosos de mirar profundo estaban cargados de tristeza...la bella, iba muy callada y meditabunda, yo para romper aquel silencio, le dije, “tuvo suerte señorita de encontrar un taxi a esta hora, me dirigía al hospital a ver un hijo enfermo”...ella no contestó...en eso, doblé a la izquierda por la calle Gómez Farías, rumbo al panteón, como ella había ordenado...pero al hacer el alto en la calle Morelos, voltee a ver el retrovisor buscando aquella triste y llorosa mirada de la bella y perfumada pasajera vestida de negro, pero para mi sorpresa el asiento trasero iba completamente vacío.

            No daba crédito a lo que estaba viviendo, no sentí miedo de pronto, sentí preocupación y pasando los cuatro altos, estacioné el taxi buscando por todos lados, pero todo estaba en silencio en la más espantosa soledad...la misteriosa mujer había desaparecido...empezó a soplar un vientecillo helado y los perros empezaron a aullar lastimeramente...entonces comprendí que lo que estaba viviendo no era normal, y entonces si sentí un miedo escalofriante, no se como pude llegar a mi casa, me metí bajo las cobijas y me hice bolita, temblando todo, ni de mi hijo enfermo me acordé en ese momento. Sufrí de depresión por un tiempo, pero ya estoy recuperado, gracias a Dios, y por las dudas ya no levanto gente pasando la media noche, aunque vengan vestidas de blando o de negro y ni por muy bellas que estén, terminó diciendo el taxista, añadiendo que a varios compañeros del volante les ha sucedido lo mismo pero que prefieren no contarlos porque no les creerían que en pleno siglo veintiuno sucedan estas cosas.

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sábado, 20 de septiembre de 2014

“¡TROMBA EN LA PAZ!... Y LLUVIA DE PECES EN LA CIUDAD… CICLON DE 1918”

·         SUCEDIÓ EL 15 DE SEPTIEMBRE DE 1918… DOS ENORMES CULEBRAS DE AGUA SE LEVANTARON FRENTE AL MOGOTE A LAS NUEVES DE LA MAÑANA… Y DESENCADENO EN EL GRAN CICLON DE 1918 QUE EMPEZO A LAS OCHO DE LA NOCHE Y DURO TRES DIAS… FUE EL MAS DEVASTADOR EN SU TIEMPO,

Las campanas de la parroquia de Nuestra Señora de La Paz repiqueteaban al vuelo, llamando a la gente en señal de alerta… Rosario en mano, y con la virgen en brazos, el padre Ramírez corría desesperado por la avenida 5 de Mayo, rumbo a la playa para conjurar el inminente peligro que amenazaba a la ciudad. Ante los aterrados ojos de los habitantes que acudieron al llamado de las campanas; dos enormes “culebras” de agua se levantaron frente al mogote… algo nunca visto en La Paz!... era un bello y aterrador espectáculo… la gente estaba extasiada contemplando aquel fenómeno de la naturaleza, sin medir el peligro que se avecinaba…pues ignoraban que era aquello.

Cuentan los mayores que ante el conjuro del padre Ramírez, por fortuna, una de las culebras de agua se disolvió atrás del mogote, y la otra, siguió su curso rumbo al cerro donde ahora está el Centro de Radio y Televisión Canal 10 y a un ladito descargo parte de su fuerza, partiendo el cerro, abriendo un gran zanjón el que quedó inundado de peces de diferentes especies; y la tromba continuo su trayectoria dejando una lluvia de peces en la ciudad; en la plazuela, por el barrio de El choyal, disolviéndose por el cerro atravesado.

Aquel 15 de septiembre de 1918 para las dos de la tarde, todo había pasado ya… el cielo estaba limpiecito y no se hablaba de otra cosa en la ciudad que del extraño fenómeno y la lluvia de peces que la gente acudió a recoger en carretillas, costales y a como Dios les dio a entender… era el 15 de septiembre, día de las fiestas patrias, los edificios estaban adornados para el festejo… la familia de La paz acudió como era costumbre a la plazuela luciendo sus mejores galas… eran las ocho de la noche… los pinos llorones comenzaron a doblarse por el fuerte viento que empezó a soplar… las sombras de las personas se alargaban fantasmagóricamente a la luz de los mechones en los árboles que se empezaron a apagar… los señores, pescadores, rancheros y comerciantes, en su mayoría, con este conocimiento nato y la experiencia de la vida…dijeron aterrados ¡Esto es un huracán!, recojan los niños y vamos  casa.

Y así, con la presencia de dos trombas, empezó en gran ciclón de 1918, el que duro tres días y que casi acabo con La Paz y afecto todo el territorio derribando importantes edificios, como la Misión de San José, y afecto la chimenea del histórico pueblo minero El Triunfo, entre otros edificios.

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miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA MUERTE LLEGO DEL CIELO… CON EL CICLON LISA… AQUEL 30 DE SEPTIEMBRE DEL 76…Y LAS CAMPANAS NO TOCAN A DUELO… TODO QUEDO EN EL OLVIDO

·         …A 38 AÑOS DE LA GRAN TRAGEDIA EN LA PAZ, MOTIVADO POR EL CICLON LISA… Y QUE CAUSO EFEMERIDES EN SUDCALIFORNIA

Las campanas de la iglesia no han vuelto a tañer a duelo los 30 de septiembre para recordar a millares de gente que murieron en el huracán Lisa a causa del famoso bordo de contención que se derrumbó. El susurro de los arbole y el viento a 38 años del fatídico ciclón lisa, entre elegantes mausoleos en el panteón de los San Juanes acallan los lamentos que como mudo reproche a las autoridades de aquel tiempo, las tres grandes trincheras donde duermen para siempre centenares de cuerpos humanos en su gran mayoría sin identificar, señalan en silencio un ¡YO ACUSO!. Aquel caluroso día, jueves 30 de septiembre de 1976 quedo marcado en la historia de Baja California Sur como uno de los momentos de holocausto más terribles que se han vivido en todos los tiempos, y que causo efemérides en sudcalifornia; el terrible fenómeno de la naturaleza ocasiono en tan solo nueve horas de torrenciales lluvias y vientos huracanados de 250 km/h, millares de muertos entre mujeres, niños y ancianos… además de la terrible devastación económica y moral de los sudcalifornianos quedando más de 10mil gentes sin hogar.

 Aquel 30 de septiembre por la mañana, poco se sabía del huracán lisa… como a las 2:00 de la tarde se sintieron las primeras ráfagas huracanadas… El oleaje del mar se puso embravecido, y la gente conocedora de estas cosas empezó a tomar sus precauciones… amarraban techados, recogían embarcaciones, arreglaban las lámparas de mano, velas en fin todo lo que en estos temporales se acostumbra. Desde 1959 no se había presentado ningún chubasco en La paz y la gente se confiaba a que quizás se desviaría como siempre sucedía. Aquel fatal día del 30 de septiembre del 76 serían como las 3:00 de la tarde el señor Don Francisco King (Q.E.P.D), anunciaba que tocaría tierra el ciclón lisa como a las 10:00 de la noche… a las 3:15 de la tarde la fuerzas de la naturaleza con toda su potencia en forma de ciclón azotaba la cuidad de La paz…Inundaba el cielo árboles, cartones, tapas de tinacos, letreros publicitarios etc… los vehículos parecían de juguete donde los llevaba el viento… como a las 6:0 de la tarde todo se obscureció, la luz se interrumpió y los teléfonos quedaron incomunicados. Como a las 7:00 de la tarde y durante el ciclón fueron varias las personas que vieron la luz de San Telmo, presagio de desastres y muerte. La ciudad de La paz estaba envuelta en medio de aquel terrible huracán, los antiguos mezquitones andaban como arañitas en el suelo; pero no había porque alarmarse, ese ciclón como otros, pronto pasaría… La gente de La paz ya sabía lo que tenía que hacer, PORQUE NUNCA SE CONSTRUIA EN LOS ARROYOS.

No se contaba con la invasión de los lechos de los arroyos en las nuevas colonias de gente que venía de fuera, de Durango y Oaxaca y otras partes, y que solamente sus vecinos los conocían; colonias como la Benito Juárez, Guelatao, Los olivos, Fco. Villa, Pueblo Nuevo, Ruiz Cortines, Infonavit, Indeco, y Sucaza, fueron de las más afectadas. La presa del cajoncito nunca se llenaba desde que se desbordo en el ciclón de 41 y que casi acabo con La paz y no había porque preocuparse…Pero ese fatídico muro de contención de arena y piedra que levantaron de tan mala calidad y que costó 11 millones de aquellos pesos, y que fue una bomba de tiempo, se reventó o lo reventaron. Este muro había acumulado las torrenciales lluvias de días anteriores  aunadas a las del ciclón lisa que fue más viento que agua, no resistió y se desbordo como a las 8:30 de aquel 30 de septiembre. Aquella noche llego la muerte para miles de familias a través dela ola negra que arrastro la corriente del arroyo que levanto olas de hasta 8 y 9 metros…Los cuerpos iban quedando como flores secas a la orilla del arroyo… otras miles de personas quedaron sepultadas en toneladas de arena, además animales, casas, alguna con gente adentro, así como vehículos con gente adentro también e infinidad de cosas. Aquella noche de terror, todos y cada uno de los ciudadanos que la vivieron tienen su propia historia y que jamás olvidaran los que lograron salvarse. La gente de La Paz siempre se ha distinguido por su buena disposición para ayudar al necesitado, y en aquella tragedia que enluto a tantos hogares demostraron su casta ayudando tanto en el salvamento como al día siguiente a los damnificados.

Los actos heroicos no se hicieron esperar, destacando aquel valiente señor de apellido Ferrón, quien con una antena de televisión e iluminado por la luz de San Telmo,  ayudo a más de 60 gentes a salvarse del torrente del arroyo. En esa noble y heroica acción el señor Ferrón sufrió serias lesiones que se le infectaron, con espinas, palos puntas de fierro y otras cosas que arrastraba el agua, que como consecuencia le provocó la muerte días después del ciclón lisa… UN HEROE OLVIDADO… también es digno de comentarse que 20 presos se ofrecieron a auxiliar a la gente en aquellos momentos, quienes después de cumplir con su noble misión solitos volvieron a la cárcel, lo que no podían creer los custodios.  Y así, fueron varios los actos heroicos de salvamento de manera aislada, que sería difícil de enumerar. Todas aquellas colonias desaparecieron; quedaron lavaditas las blancas arenas de los arroyos que hasta brillaban a la luz de la luna y el sol, como diciendo aquí mando yo. Parecía como que si nunca hubo asentamientos humanos. PERO LA GENTE NO ENTIENDE, NI LAS AUTORIDADES COMPETENTES TAMPOCO; NUEVAMENTE ESTAN LAS MISMAS COLONIAS HABITADAS POR CENTENARES DE FAMILIAS Y LOS ARROYOS LLENOS DE COMERCIOS. LA GENTE NATIVA DE SUDCALIFORNIA NI AUNQUE LES OFRECIERAN LAS PERLAS DE LA VIRGEN SE CONSTRUIRIAN SUS CASAS EN LOS ARROYOS. PERO LA GENTE INOCENTE QUE VIENE DE FUERA, NO LO SABE Y LOS DUEÑOS DE CONSTRUCTORAS SI SABEN QUE SON ARROYOS DONDE CONSTRUYEN Y HACEN EL NEGOCIO DE SU VIDA CON LA NECESIDAD DEL QUE MENOS TIENE. Esas casas que están construidas bajo el libramiento sur, están bajo un  inminente peligro porque si no lo sabían, ese es uno de los arroyos más grandes de La Paz además del arroyo del palo de Santa Rita, el arroyo de los bledales.

Aquel triste amanecer del 01 de octubre de 76 fue de lamentos, desolación y muerte. Al abrir la gente las puertas de sus casas se encontraban con cadáveres en el porche o sobre los techados; todo era grotesco… Centenares de cuerpos enterrados en los arroyos…la bahía inundada de cadáveres … nomas se escuchaba el chac chac de los tiburones dándose banquete con los cuerpos inertes, cadáveres rebalsados en los mangles del mogote, los que eran incinerados por el ejército… con palas mecánicas abrían zanjas y recogían los cuerpos inertes aventándolos a granel como si fueran papas, circulaban por la devastada ciudad rompes y pick ups del ejercito llenos de cadáveres donde los llevaron a velar al centro de cultura y deporte, a la capilla del sagrado corazón de Jesús, la sala de junta del hospital Salvatierra, así como en el gimnasio auditorio. Esas paredes guardan el secreto de cuantas gentes murieron realmente. Los que vivieron aquellos momentos saben que fueron centenares de miles, sin contar los que quedaron sepultado en las arenas de los arroyos… a decir de los entendidos de la época, los aviones del ejército sobrevolaban la bahía a prestar ayuda y que se quedaron espantados al ver la inmensidad de cadáveres flotando en el mar. Poco a poco, se fue restableciendo la ciudad de La Paz y en el corazón de sus habitantes quedo este mal recuerdo… Y VUELVO A LO MISMO, NO ENTIENDEN.. NO CONSTRUYAN EN EL LECHO DE LOS ARROYOS PARA HACER NEGOCIO CON LA NECESIDAD Y EL SUFRIMIENTO DE LA GENTE…TARDE QUE TEMPRANO LAS AGUAS TENDRAN QUE PASAR POR AHÍ RECLAMANDO SU PROPIEDAD…EL CAUSE DE LOS ARROYOS.

…Y en el panteón de los San Juanes en tres grandes zanjones yacen centenares de muertos caídos en el ciclón lisa, señalando con su silencia un ¡YO ACUSO!...y las campañas no tañen a duelo los 30 de septiembre, por las almas de aquel macabro suceso que se pierde en el recuerdo y en la bruma del tiempo…


“…Por el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”


Este trabajo fue publicado, hace más de 10 años en el periódico “El sudcaliforniano” revista “Compás” y programa de radio “Contacto directo”



viernes, 12 de septiembre de 2014

“MI ABUELA Y SUS CONOCIMIENTOS HERBOLARIOS”.



            La alcoba en penumbras donde los niños dormían plácidamente se iluminó de pronto a la luz de los relámpagos que se filtraban por las rendijas de puertas y ventanas...aquella madrugada de la década de los 50 de La Paz de la música y el romance...de los molinos de viento y de los buques de cabotaje...el agua en el techado caía a cántaros...haciendo un bello soneto con el croar de sapos y ranas...ni el estruendo de los rayos ni aquel soneto lograron apagar el lastimero llanto de la niña motivado por un fuerte dolor de oído.

            Metida entre aquellos ropajes de la abuela...al calor humano, y de aquellos aromas a limpio, jabón, tabaco y ceniza, de sus blancas enaguas, me revolví inquieta al sentir que ella se levantaba a encender la lámpara en el buró...la dulce ancianita conocedora de las bondades de la medicina herbolaria, pronto le dio solución a aquel problema que entre llantos y truenos interrumpió nuestro sueño y rompió el silencio de aquella noche...mi perro viejo “el pachuco” y yo, observábamos atentos lo que la abuela hacía...ésta salió presurosa al patio bajo la lluvia, cortó una hojita de albahacar, otra de ruda y luego partió un diente de ajo, los que al calor de l tubo de la lámpara los calentó. Luego los envolvió en un algodón haciendo un pequeño tapón el que lo aplicó en el oído de la niña que lloraba...como por encanto el dolor desapareció y toda la familia, hasta el pachuco echado en su tapete, continuó durmiendo arrullados por la lluvia.

            ¡Que bello amanecer después de aquella noche de lluvia!...los sapos y ranas continuaban croando y acompañados del perro, entre aquellos aromas a chuales, tolochaes y tierra mojada, besando nuestros rostros el aire húmedo de la alborada, apretujando junto a mi pecho mi muñeca de trapo, brincando charcas mi abuela y yo transitábamos felices rumbo al antiguo mercado Madro, como era la costumbre,  a la compra diaria y a moler e nixtamal en el molino de Don Ramón Briseño.

            “Abuelita el otro día te vi lavarle los ojos con orines a la niña...y aquella vez que mi mamá amaneció colte. Escuché clarito cuando le susurraste al oído “que se quite los calzones Bernardo y te envuelves el cuello con ellos”, cuéntanos abuelita al pachuco y a mi porque sabes tantas cosas”...el perro y yo atentos la escuchábamos. “A través de los siglos...en el lento paso de los milenios el conocimiento se ha ido  enriqueciendo con todas aquellas antiguas recetas herbolarias que en tantos años han sanado a un gran número de personas, las cuales, sin importar su credo, su raza o condición social hallaron el alivio a sus males.

            Los indígenas, por ejemplo, vivían en armonía con la tierra y la naturaleza...y sabían sobrevivir sin trastornar el equilibrio y el medio ambiente, ya que cuidaban la flora y la fauna para obtener medicina, alimento, ropa y abrigo. La causa de su extinción fueron las epidemias y la ambición que les trajeron  a su maravilloso mundo los europeos, legando a la humanidad esta bella tierra con todas sus riquezas en calidad de préstamo. Porque la tierra y la naturaleza es de las generaciones venideras, nosotros estamos de paso, y podemos disfrutar de sus recursos sin depredarlos. Nuestros antepasados dominaban para su supervivencia, además de tantas cosas, el conocimiento de las propiedades curativas de las plantas; el que se ha transmitido de boca en boca por generaciones. El hogar que cuenta con abuelitos o personas mayores, es afortunado, es como si tuvieras médico en casa, y es bueno que tengas interés en aprender, a veces es bueno ser preguntón, pero tenemos que saber ser prudentes”.

            A mis escasos años no entendía que significaba la palabra prudente, ni el pachuco tampco, pero nos parecía muy interesante todo lo que la abuela contaba y veíamos que hacía. – Nanita, por qué don Miguelito, el curandero, cuando le da el ataque a mi abuelita chica y se le engarruñan las manos, este dice “le vamos hacer una limpia”...y le pone una barejoniza con ramas del paraíso, albahacar y ruda?...- Ahh, eso yo no lo sé, él tiene su manera de curar, como otros curanderos del pueblo. – Fíjate abuelita que con doña Toñita Belmur, la esposa del zapatero, le llega mucha gente de los ranchos y le traen enfermos para que los cure y también traen chivos, gallinas, guajolotes, quesos y hasta loquitos...se hoyen rezos y cantos y salen bonitos olores a ramas y humo. – ¡Y como sabes todo eso muchacha metiche!...- No se lo quería decir, porque se iba a enojar, pero cuando usted se sienta a zurcir la ropa y darle el golpe al cigarro, me pongo a jugar a la matatena atrás del cerco de Doña Toñita...y se lo juro nanita que miro sin querer...-¡Cállese la boca que ya llegamos a la lonchería de Don Conrado de La Peña, nos vamos a tomar un café!. Al escuchar eso el perro que me parecía que se miraba tan bonito con el collar de alambre de cobre con limones tatemados en el cuello, porque éste tenía catarro, movió la cola de contento porque a él le compraba mi abuela un huarache.

            En aquel ayer, en las encaladas y lumbreantes hornillas en las ollas hervían las yerbas que la abuela cocía, golpeaba nuestra nariz aquellos aromas que de ella salían...huatamote, romero, malba, guayaba, yerbabuena, etc..., en aquel entonces cada determinado tiempo, los mayores se purgaban con sal inglesa, aceite de ricino o con yerba del indio...”hay que hacerse una limpia de estomago”, decía mi abuelita, y los purgados durante el día estaban a dieta con té de albahacar, yerbabuena, cojoyos de micle y de guayabo...y de alimento tomaban atole de masa, caldito de pollito o pichón o caldo de papas con bolas de cilantro. A los niños, ¡que gordo nos caía cuando a la abuela le daba por desparasitarnos!, al despertar nos agarraba en la cama, nos tapaba la nariz diciendo “para que no se de cuenta la lombriz”, y no metía una taza de epazote durante nueve días...y si no queríamos, os amenazaba con ponernos una lavativa con agua de malba...nos teníamos que doblegar, nos tomábamos   el epazote. Ah, pero que bonito cuando nos daba para la cena tecito de yerbabuena, con leche... o telimón, o té de hojas de naranjo con panocha, o té de damiana, o de geraneo de olor, o simplemente hoja de limón. Y cuando nos ponía una cintariza, os daba agua endulzada para el susto.

            En aquel añorado hogar, donde no faltaba el pozo de agua, las flores, los árboles frutales, y las plantas medicinales, las que eran más comunes en la región...albahacar, yerbabuena, ruda, romero, guatamote, yerba del manzo, manzanilla, micle, poleo, eucalipto, naranjo agrio, epazote, granados, guayabas, lomboy, hojas de bruja, sávila, zapote y el aromático telimón, así como toloaches, golondrinas y malvas. Todas estas plantas medicinales en el jardín, curaban las enfermedades mas comunes, dolor de estomago y diarreas, dolor de oído, catarro, constipado, hemorragias, dolor de garganta, llagas, nacidos, jiotes, boquilla, almorranas, dolor de cabeza, calenturas, mal de ojos y lombrices.

            Para las cortadas en la piel, contenían la hemorragia de sangre con un puño de sal...y si era muy fuerte, a le herida le ponían savia de lomboy o tabaco, para los chipotes por golpes les aplicaban vinagre o un puño de sal, o un pedazo de carne y al mudar los dientes los niños, se hacían buches de salmuera...y para las ampollas en la boca buches de agua con carbonato o se quemaban con piedra de alumbre. Si nos picaba “un bitachi”, abeja u hormiga colorada simplemente aplicaban un emplaste de lodo...pero lo que mas me gustaba ver era cuando la abuela mandaba a los chamacos a que se quitaran los mezquinos...los niños echaban un puño de graos de sal entera a la lumbre y corrían...el chiste estaba en que no se debía escuchar tronar la sal ¡y se caían los mezquinos!.

            Otra de las virtudes que adornaban a mi inolvidable abuela, además de que bajaba el latido, levantaba molleras, y curaba empachados, así como a los niños pujones los curaba con un mecatito de la ropa de algún Juan, pero nacido el día de San Juan, o cuates, también fue una magnifica sobandera...componía lastimados...mi perro viejo y yo la acompañábamos a curar a los lastimados...!que arte el de mi nanita!... llegaba a equis hogar, yo le detenía su bastón, el sombrero de palma y la botella de aceite de comer, con el perro echado junto a mis pies...ella se sentaba en una silla o banca y a sus pies por un lado ponía un traste con lumbreantes brasas, se calentaba las manos embarradas de aceite de comer, y suavemente sobaba al lastimado buscando los nervios y tendones con los dedos calientes, luego pegaba el jalón y decía “ya tronó”, era que ya quedaba acomodado el hueso en su lugar...hombros, muñecas, tobillos, huesos quebrados, los que entablillaba, rodillas saltadas, etc., y al terminar de sobar, calentaba en las mismas brasas hojas de zapote, las embarraba de aceite y las aplicaba en la parte dañada, luego las vendaba; con tres sobadas tenían los enfermos para quedar como nuevos. Y el pañuelo hecho nudo en el seno de mi abuela, se ponía abultado con las monedas de plata ley 0720 que estos le daban.

            Las plantas, decía ella, así como todo lo que nos rodea deben respetarse y cuidarse, porque es como cuidar la vida misma...aquella vez cruzábamos el arroyo del palo rumbo a la playa, iba a sobar a un lastimado y durante el camino con el bastón me iba señalando, diciendo para que servían las plantas que encontrábamos a nuestro paso...”este es guaco, y es bueno para el piquete de cualquier animal ponzoñoso, principalmente el alacrán, para los hongos de los pies y el mal olor, también para la influencia, trancazo o dengue; este otro, es yerba del pasmo, huele hermoso y es bueno para la inflamación de los pies y para los nacidos; la raíz de choya cocida con bolas de cilantro es buena para la inflamación del estomago y del vientre, y para después del parto y las calenturas...la raíz de choya cocida con guaco, es buena para el dolor de huesos...el palo adán antes se hacía jabón además de ser desmanchante para telas finas es bueno para el dolor de muelas y el levántate Don Juan para las reumas...la flor de la minorama frita en infundia de gallina, poleo y romero es bueno para el constipado y mas semillas de ciertos mezquites curan el mal de ojo, así como la leche de pecho en los recién nacidos.

            Íbamos, por aquel arroyo de blancas arenas perfumados a flores silvestres y ramas del campo...el perro y yo, estábamos asombrados de todo lo que la abuela sabía y nos contaba...con el pie aventé unas bolingas de chiva y la abuela dijo “!hasta esos cerotes de chivas son curativos!”, - Pero abuela, para que puede servir eso.  – No sea suata, que si sirve!...cuando se tiene sarampión, y todavía éste no ha brotado, se ponen a cocer amarrados en un trapito limpiecito unas bolingas de chiva, con bolas de cilantro y una raja de canela; se toma ese té y el sarampión brota parejito y la iguana que esta cazando el pachuco en ese tronco, su carne es sabrosa y cura la tosferina.

            “Pues yo no me tomaría eso si me diera sarampión, ni me comería la iguana si me diera tosferina ni aunque me pegaran con una cuarta”...- Ni churas la cara, ni digas tonterías, porque ya te los tomaste. Dios Guarde si te picara u uvar, tarántula o víbora, tendrías que tomar un té de yerba sin raíz...- Uy, y eso que es?. – Mejor no te lo digo porque no lo vas a creer...y aprieta el paso muchacha sin atropellar esas matas de toloache que son malignas paro también son medicinales sabiéndolas usar, sus hojas curan nacidos y cocidas con azufre curan el pie de atleta y malos olores en los pies.

            Abuelita, y la gente que vive para la sierra, en esos lugares tan lejos y que ni usted, ni el pachuco y ni yo conocemos, como le hacen para curarse cuando se enferman?, - Hum, la gente del campo, es la gente mas sana y hay quienes curan hasta la rabia, ellos saben como curarse porque en su habitat están rodeados de una gran riqueza de plantas medicinales, además de todas las que ya te he dicho; gobernadora, cardón, choya, yerba del indio, yerba de la buena mujer, chicura, estafiate, tabardillo, copal, copalquin, palo de arco, palo blanco, jumete, carambullo, y palo de brea, jojoba, orégano, damiana y palo brasil, y muchas más, y este conocimiento se pasa de generación en generación.

            Te acuerdas abuelita que cuando mordió al pachuco aquel perrote prieto le embarraste sávila y sanaron sus feas heridas...y cuando mi tío Lao lo mordió en una pierna aquella perra pinta de doña Anita Yenqui, lo curaste cociendo un clavo y un puño  de pelos de la cola de la perra...y como olvidar cuando me espiné el talón y la espina me la sacaste con la cera caliente de una veladora.
           
            Después de visitar aquel enfermo, muy serios pasamos nuevamente por el arroyo del palo, ya estaba oscureciendo, varias chacuacas presurosas se perdían entre el follaje inquietando al perro, de pronto la abuela dijo “te fijaste coyote?, como había gallinas en esa casa”, - Claro que las vi, y también vi un gallo bien raro, todo enchinado como guajolote. – Pues ese gallo es chino, y también es medicinal...su pluma cura la punzada o el golpe de aire en los ojos...pero tiene que ser la pluma del ala izquierda. Válgame Dios abuela, deveras que sabe usted muchas cosas...y no viste a la niña con el hábito de San Blas?, y en la cocina estaban saliendo aromas como que estaban cociendo cáscaras de granados y raíz de San Miguelito...bueno, han de estar malos de la garganta y con eso van a hacer gárgaras. – Abuelita, se acuerda de la fea cicatriz que se hizo con el hacha en un pie cuando cortaba leña en el leñero?...-mmj, - Como se llama el aceite con que se quitó la cicatriz?...-Vagre, lo sacan del pescado bigotón que se llama “chiguili”. – ¡Ese fue el pescado que se comió mi hermana mayor y se le atoró una espina, la que con todas las luchas del mundo no fue posible arrojarla! Y usted abuela le dijo: “ muchacha toma un tizón ardiendo de la hornilla y mételo alreves y echa a correr”, pos así lo hizo la muchacha, dio unos pasos y arrojó la espina.

            Abuelita aquella vez que partía chuniques atrás de la cocina, sin querer escuché que le decía a mi madrina para tener niña se acostara su viejo por su mano izquierda, y que para tener varón se acostara su viejo por su lado derecho, como está eso abuelita?. ¡como se enojó mi abuela cuando le pregunté eso! – Y que más oyó usted muchacha mentecata!, se lo juro por el pachuco que no oí nada más....- Pues no está usted para saberlo!. Mi abuelita guardó un silencio sepulcral ...tenía el rostro desencajado...iba muy enojada...!pero si te digo nanita linda que no escuché nada más, por eso te pregunté!...continuamos caminando por aquel arroyo, casi anochecía y el canto del grillo ya se escuchaba...mi abuela iba calladita, ya no quiso seguir hablando, el perro en la oscuridad de prieto, ni se miraba. Pero si escuchaba sus pequeñas pisadas en la arena...Abue, nanita...y mi nanita no me contestaba...yo ya estaba muy preocupada, quería romper aquel silencio que me lastimaba...abuelita tengo miedo, dicen que por aquí sale un hombre sin cabeza y un perro prieto echando lumbre por los ojos...al escuchar eso el pachuco también sintió miedo...!que perros prietos ni que ocho cuartos!, si te sale te voy a dar un té de palo de brasil para mal de espanto, al escucharla el alma me volvió al cuerpo.

            Bellos recuerdos...cuantas cosas hubiera podido yo aprender de mi adorada e inolvidable abuelita...pero ella murió cuando apenas tenía yo diez años.


            ...Y la luz de los relámpagos iluminó aquel cuarto en penumbras donde los niños dormían... 

jueves, 11 de septiembre de 2014

“LA PAZ...PARAISO DE MIS RECUERDOS…Y MI ABUELA”.
            Como luciérnaga, la chispa del cigarro del “tigre” que fumaba mi abuela se perdía en aquella oscuridad, preludio de un bello amanecer...El balde de nixtamal pesaba, y el fiel perrito por delante guiaba nuestros pasos...Somnolienta aun y temerosa apretujaba mi muñeca de trapo envuelta en el morral de Ixtle para el mandado...Nos dirigíamos, como Todos los días al antiguo mercado Madero...Corría el año del 49...Estaba en proceso de empedrado o pavimentación la calle 5 de Mayo...vivíamos por el barrio el Choyal. – Ay Abuelita que oscuro esta el camino que ni el perro se ve... – ¡Pos como se va a ver el “pachuco” si es prieto como la noche! – Tengo miedo y tengo frío. – Pues aprieta el paso para entrar en calor.
            El barrido de las calles con escobas de varejón de dátil por las mujeres de la época a esa hora de la madrugadita ahogaba nuestros presurosos pasos... El aroma a flores y a tierra mojada golpeaba agradablemente nuestra nariz...El chirriar de rondanillas y tambazos, jalando agua de los pozos, así como el tong tong de los molinos de viento se escuchaba...Pero no lograban apagar el canto de grillos y gallos que inundaba aquel ambiente de bello amanecer otoñal. – Nanita, por estas casas dicen que espantan. – Pues no voltees a verlas, no vaya a ser que te pegues un susto y tenga que darte té de palo de Brasil para el mal de espanto. La tiendita de don Chemita aun estaba cerrada, pero dentro de ella se escuchaban voces y se percibía el aroma a café de grano a nuestro paso. –Por que huele tanto a barro abuelita. – Es que los Yaquis del rumbo del panteón han de tener una quemazón de ladrillo. – Y quienes son los Yaquis, nanita. – Gente grandota y prieta pero muy trabajadora que llegaron un día de por los rumbos de Sonora con sus costumbres y tradiciones y fundaron el Esterito, a veces bailan en la plaza muy chistoso, que la danza del Venado, los matachines y no se que cosas mas; y ya no le haga al preguntón por que no se mucho de los Yaquis, solo se que son pescadores, hacen ladrillos, artesanías de carey y concha de mar. A mi corta edad yo no entendía que era todo eso pero me parecía muy bonito la palabra Yaqui y Carey. ¡Que madrugadora era la gente de La Paz!, al igual que nosotros, sus pasos se empezaban a escuchar, pues el mercado Madero lo abrían a las cuatro de la mañana. Caminábamos por la calle Independencia y al cruzar la acera mi abuelita volteo sobre su izquierda rumbo a la calle Reforma, señalando a la distancia: “Allá va Don Miguel Miranda, seguramente va a la tenería a su trabajo, pues tiene un alto cargo allí”. La silueta de un alto señor con sombrero se miraba en aquella oscuridad alumbrando con una lampara de mano, ya no quise preguntar que era tenería por que empece a sentir miedo.
            La  mañana seguía oscura, íbamos llegando por la casona de mis temores frente a la huerta de dona Elena Verdugo, aquella dulce viejecita que una vez nos reprendió a mi hermanita y a mi dándonos una buena lección cuando saltamos a su huerta y cortamos naranjas amargas. La blanca casona con escalinata en el portal sostenido con hermosas columnas, causaba miedo los huecos de las ventanas y de la puerta, y flameadas de tizne sus paredes parecían cuevas oscuras...Por muchos años la casona estuvo abandonada la gente decía que espantaban, y hasta la fecha  según espantan, que las almas andaban en pena por toda la casa...Y en esas condiciones la gente de aquel tiempo sacaba la vuelta el pasar por allí; fueron varios los asustados que los espantaron. Mi  abuela fue una de ellas. En una ocasión jugaba yo con mi muñeca de trapo y mi perro viejo tras el pretil de la encalada hornilla de lumbreantes tizones y escuche que mi abuelita le decía a mi madre: “Juanita, no quiero que oiga la niña lo que voy a decirte, por que se va a asustar y no me va acompañar al mercado. No vuelvas a pasar de noche por la casona, por que acabo de ver en el portal  una mujer grandota vestida con ropajes largos y negros, el pelo brillante ondulado cayéndole hasta los hombres, no le vi el rostro pero cosa buena no es por que vestía de negro.” Pero el perro  y yo ya habíamos escuchado aquello y al pasar por la casona a esa hora de la madrugadita y recordar la platica con mi madre, sentí miedo. – No voltees para allá, mejor voltea para la huerta de doña Elena que esta dando vueltas el molino y saca grandes chorros de agua...El aire helado de los dos tiempos que corría pegaba en nuestros rostros...Y deshojaba los arboles poco a poco. – Nanita y por que están tiznadas las paredes de la casona del portal y toda por dentro? – Es que la quemaron por que murieron varias familias enfermas de tiz. – Y que es tiz?, abuelita. – Pues estaban tísicos o tuberculosos, una enfermedad muy mala que ha matado mucha gente en todo el mundo y aquí no se han escapado, por eso hay varias casas quemadas en La Paz, y luego las encalaban pintándolas de blanco. “La ciudad blanca” le decían a La Paz  antes, por los años de los 30’s y 40’s por que sus casas en su gran mayoría estaban pintadas de blanco, y la “pelona”, o “la muerte siriquisiaca” tenia mucho trabajo a causa de esa maligna enfermedad. – Es cierto que espantan aquí abuelita? - ¡mjj! El pachuco atento camelaba para la casona como presintiendo que algo iba a ver y yo miraba de reojo apresurando mas el paso recordando las grandes llamaradas que se hacían cuando quemaron las casas a los alrededores de la casa de piedra donde vivíamos y pensando que si mi madre se daba cuenta de que mi hermanita y yo sacamos de entre las cenizas y escombros con un palito unos juguetes y los enterramos entre los laureles, la pela que nos iba a poner y hasta al perro le iba a tocar la zurra, desde luego nos iban a dar un vaso de agua endulzada para el susto después de la cintariza.
            De pronto, al llegar al preventorio donde fue antes la casa de gobierno, y ahora es un jardín de niños y el centro de salud, una refusilata de chicotes se escuchaba y el presuroso trotar de caballos jalando un carretón negro que nos lleno de espanto al perro y a mí. – No te asustes, dijo mi abuelita, es la carroza que se lleva los difuntos al panteón, que raro que ande a esta hora de la mañana!. – Mire nanita allá se divisa la “perica” en el sobarso!. Eran un carro rojo como ambulancia que le decían la “julia”, también, y en ella se llevaba a los borrachitos al “tanque”, “tambo” o “al bote”, le decían a la cárcel. Lo que mi abuelita no sabía que en el corral de la cárcel mi hermanita y yo camelábamos por un agujero del cerco por que nos encantaba ver a los toros cebús que allí había y encaramarnos a las matas de zarzamora a cortar las moras. Y en esa casa tan grande que es abuelita. – Es el preventorio donde asisten a los niños de los padres que están enfermos de tiz, los alimentan, los curan y los enseñan a labrar la tierra, así como les dan educación y sobre todo cariño. Esa huerta que ves allí son verduras y hortalizas que siembran ellos mismos para su alimento, y están aquí hasta los doce años, y esta es la huerta de los Flores, y esa casa de cucurucho, de ladrillo allí viven el profesor Domingo Carballo y su familia, también tienen huerta. El molino daba vueltas y en la huerta de los Flores donde ahora esta la fabrica de hielo de la “monarca” había yo escuchado a mi Tío Lao que también espantaban así como en las huertas de los Isais y en la casa de porche de piedra gris en la esquina de Guillermo Prieto e Independencia pero me quede callada con mis temores, porque además  había escuchado que por donde esta la librería y papelería Agruel todo eso había sido panteón y por eso espantaba por todo aquello. En realidad íbamos caminando por donde todo eso asustaba. Ya íbamos pasando por con don Chabalito Ibarra, aquel tierno viejecito de sombrero y dulce mirar quien al ver pasar a las muchachas les tocaba bonitas canciones con su música de boca, que vendía santitos, también muñecas de trapo y muchas cositas mas que tanto gustan a los niños y al dar vuelta por la estrella  polar la que fue casa Cunningam y ahora es Importaciones Mary, mi abuelita dijo “ ya párele de preguntar por que de aquí hasta la lonchería de don Conrado de la Peña ya no quiero hablar, me voy a chupar otro cigarro.” Y Diciendo y haciendo encendió otro cigarro del “tigre” y continuamos caminando en silencio por la empedrada calle Revolución. ¡Cuántos molinos de viento había en el corazón de La Paz! 1,250 molinos había, y le decían “LA CIUDAD DE LOS MOLINOS DE VIENTO”. Todas las casas tenían su molino y su huerta, y la que no tenía molino, tenía su pozo de agua con rondanilla o cigüeña.
            El canto de los gallos empezaba a morir rompiendo aquel silencio el trinar de los pájaros...columnas de humo arropaban los techados, y una tronazón de talones se escuchaba a nuestro paso acompañado del alegre pregón de los  palanqueros gritando y tocando puertas “!pescado fresco y barato a 75 la sarta!; ¡caguama a tostón  el cuarto y a pachuco el pecho!; ¡lisas tatemadas a dos por 25 centavos! Y ¡callo de hacha a 3 por 10!”. El pescador con su paliacate amarrado en la frente vestido pulcramente de blanco, el pantalón cortado debajo de la rodilla, con la camisa amarrada a nudo en la cintura, con sus partidos pies recorría las polvorientas y algunas empedradas callecitas de La Paz con su palanca de raíz de mezquite al hombro donde pendían las sartas de pescado fresco colgados en cojoyos de palma y en su mano llevaba una canasta tejida de palma también atascada de enormes callos de hacha que inundaban la orilla de nuestra hermosa bahía de La Paz., donde abundaba el alimento diario. – Son los palanqueros del Esterito, dijo mi adorada y sabia abuelita, sacándose el cigarro de la boca, y continuo diciendo, señalando a la distancia y aquel señor que ves en la otra acera  con palanca al hombro y dos canastones llenos de verduras y frutas es el “marchante”. – Y que es el marchante, nanita?. – Es el señor Santana que vende la fruta y la verdura de las huertas tocando de casa en casa, hay dos marchantes en La Paz, EL, y el señor José Briseño”. Mejor me quede calladita por que ya íbamos llegando a la lonchería de don Conrado de la Peña, la que nunca cerraba y siempre tocaba la música, donde nos tomamos una taza de café de grano con nata y pan calientito y mi perro se comió una empanadita como todos los días, entre aquellos olores a menudo, pozolada, empanadas, y tamales enmarcados con el toque de la guerrera por los soldados en el cuartel donde ahora es el nuevo mercado Madero.
            Mi abuela dejó el balde en el primer molino de nixtamal que hubo en La Paz fundado por don Ramón Briseño, para que fueran moliendo el nixtamal mientras hacia la compra en el antiguo mercado Madero fundado en 1932 por el General Ruperto García de Alba y el que estaba ubicado donde ahora es el pasaje Madero. El eterno pregón del baratero cumbre que se escuchaba de puerta a puerta del mercado, y que no lograban apagar el pitido de los barcos de cabotaje atracando en el muelle fiscal ni el zumbar de las licuadoras del puesto de chocomiles del español, así como ni el raspador de hielo del puesto de los raspados de don Trino Osuna, nos recibió a la entrada con el perrito por delante deleitando nuestros oídos todos aquellos ruidos propios del amanecer en el mercado. “¡Pásele marchantita tenemos hermosas telas a tostón el metro!, ¡cortes de casimir ingles, gabardinas y mezclilla a tres pesos!, ¡afelpados, cobijas y camisas para caballero!, ¡paliacates y medias de popotillo!, ¡tápalos, sombreros de ala ancha y pañueletas floreadas de seda, botones e hilos a precios de rajatablas!”...Gritaba durante todo el día el baratero cumbre acompañado de su mujer doña Auxilio. Afiladas de cuchillos de los carniceros...El golpe del machete sobre los huesos y las colas de gentes en las carnicerías... de Juan Osuna, José Amao, Santo Nuñez, Julio Albañez, Severo Gómez, Lorenzo Lizardi, Gilito Arreola y Felix Peralta Osuna...El arrastrar de cajones de la fruta y la verdura que traían de las huertas del japonés Juan Kakowi y del señor Tamaki...El estira y afloja de los precios por la gente del pueblo llenando sus canastos y morrales del alimento diario que pagaban en monedas de plata Ley 0720 de aquellas...Aromas que se percibían a café de grano y pan calientito de la panadería Lilia, así como a menudo, pozolada, machaca, cocido y arroz colorado de los puestos de comida de doña Cuca Tamayo, Victoria Villalejo y Tomasa Talamantes quienes palmeaban las tortillas de maíz y de harina hechas a mano. Un alboroto traían en el mercado aquella mañana por que Gollito Chávez, según decían, había sacado un tesoro en su casa.
            Aquel hermoso amanecer de otoño perfumado a brisa del mar en el mercado Madero, metida entre los largos ropajes de mi abuela quien escogía la verdura a placer  mis ojos se llenaron de alegría al contemplar a mi padre, don Bernardo Lizárraga Tiznado, un hombre a toda ley, muy honrado y trabajador en plena juventud de bondadoso rostro y franca sonrisa con sus rizados cabellos negros aun, con su cajón en el hombro surtía de frutas y verduras que se producían en la región los puestos, así como de pacas de pescado seco de pura calidad: garropa, cabrilla y mero, a los señores comerciantes que algunos recuerdo, y Todos ellos fueron pioneros fundadores del antiguo mercado Madero: Don Bebo Cota, Romualdo Hirales, Isaac Geraldo, José Castro “el guayabero”, Enrique Nava, Esperanza Cota, Arturo León, Miguel Romero “el miguelón” como le decían cariñosamente y quien vendía la leche de doña Talpa Olachea, Santiago Jiménez, Don Luis Hirales, Lucio Sánchez, Ramoncito Navarro, Doña Chepita, Doña Maria Wong, Don Benigno Meza, Carlos Cota, Manuel Sliman y Reyes Rodríguez Casillas, entre otros que escapan a la memoria y que con su empeño y esfuerzo apoyaban la economía familiar e impulsaron el comercio de los productos de la región en su época, contribuyendo al engrandecimiento de Nuestra Entidad.
            El perro, se puso muy contento al ver a mi padre, y como era su compañero de andanzas aquella mañana en el mercado Madero se quedo con el. Que feliz me puse por que mi padre me dio una peseta de .25 centavos una jolita de dos centavos así como un cinco del monito, los que mi abuelita me guardó metiéndolos en su seno en su pañuelo hecho nudito, “para que vayas al matiné el domingo al cine Juarez con tu hermana Concha”. Salimos del mercado con la canasta y el morral llenos de mandado, y una sarta de huesos amarrados con cogollos de palma. “Conseguí hueso de cuadril y de tuétano para el cocido” así como manteca de pella de res para las gorditas, ahora, dijo mi nanita hay que recoger la masa en el molino, y luego vamos a la botica de Castro a comprar Belladona y alcanfor  para untarle manteca alcanforada en la barriga a tu hermanita por que esta hinchada”. Mientras Carmelita la boticaria despachaba a mi abuela quien pedía también “hojasen” para lo estreñido y los cólicos, yo me senté en la banca verde con el mandado a mis pies a esperarla. – Nanita vámonos por la tienda de Don Salomón Díaz para que me compres salates de la sierra y bellotas para tatemarlas en las brazas, o sino, por con el gavilan o el chamaco. – Otro día te llevo por la “isla de Cuba” por que ya se hizo tarde, ya andan los panaderos ofreciendo el pan en las casas con sus canastones en las cabezas sobre el yagual, eso quiere decir que ya pasan de las seis de la mañana y no tardan en pitar en la industrial dando la hora. Me quede frustrada en realidad quería pasar por las tiendas de don Pepe Brooks y de don Placido Cota donde siempre tocaba el “barzon”, porque me encantaba ver las carretas tiradas por mulas, a los señores sombrerudos que venían de los ranchos a intercambiar productos, y las vacas en los corrales.
            Al regreso, con la claridad de la mañana se miraban muy hermosas las callecitas de  La Paz. Lucían barridas y regadas, perfumadas a flores, albahaca, yerbabuena y poleo. Al llegar a la casa, las barricas ya estaban llenas de agua jalada del pozo, ¡que cacareos de gallinas se escuchaba!, ¡y que aromas salían de la cocina!, a machaca, tortillas de harina y frijoles refritos. “El desayuno ya esta listo” dijo mi madre, vislumbrándose entre humos el bello rostro detrás de las lumbreantes llamas de los tizones mientras raspaba el queso para bañar el frijol, y molía en el molcajete los tomates y los chiles güeritos para la salsa los que había tatemado en las brazas. Pusimos el mandado sobre el pretil de la encalada hornilla a un lado del apaste de barro de la avena olorosa a hoja de naranjo y de pronto mi madre exclamo alarmada “! El pachuco no viene con ustedes!”. – Se quedo con Bernardo en el mercado, dijo la abuela tranquilizándola. Mi madre sabia que el perro regresaría con mi padre hasta en la tarde, y no llegarían con las manos vacías; un costillal, una cabeza de res, una sarta de chorizo, o un queso o quizá una tira de carne seca ya fuera de vaca, burro, venado, caguama o pescado pero algo traería seguramente. “Desayúnate y alístate para que te peine tu nanita y te vayas al parvulito”, ordeno mi madre. Me puse muy contenta por que después de aquel fin de semana vería a mi querida e inolvidable señorita, la profesora Estela Santana de Pineda en el kínder en la escuela Choyal.
            Mientras mi abuela tejía mis cabellos embarrados de brillantina de la que ella preparaba, de tuétanos fritos con flores aromáticas y le ponía la correa de gamuza y los moños a mis trenzas, un largo pitido se escuchó.
            ¡Nanita está pitando la industrial! – No, ese es el de la tenería Suela Viosca. – Y eso que es abuelita?- Después te cuento, dijo, señalando a la distancia las fumarolas que salían de la larga chimenea de la tenería suela Viosca y que inundaban el cielo.
            ...Antaño, En las madrugaditas...Por las empedradas callecitas de La Paz, paraíso de mis recuerdos...la niña temerosa caminaba de la mano de su sabia y comunicativa abuelita acompañada del perro y de su muñeca de trapo...