miércoles, 22 de octubre de 2014

“LA NIÑA DE BLANCO BAJO LA FRONDA DEL MEZQUITE...EN LA VERA DEL CAMINO ”



¡Miren, miren, que horror!, una niña sin cara bajo el mezquite hace señas pidiendo ayuda!... ¡Pero no puede ser lo que estamos viendo!, el vestido blanco es luminoso y fosforescente, no se le ve la cara y va flotando!...gritaban aterrados con los ojos desorbitados, los niños y adultos dentro del vehículo, el que estuvo a punto de salirse   de la carretera, debido al tremendo impacto que le causo aquella inesperada aparición, no hace muchos días, esa noche de mayo, frente al Rancho Verde, casi casi llegando a San Bartolo, la tierra del mango y del iguano.

Doña Rosita, de noble profesión enfermera, acompañada de su familia, cinco adultos y dos pequeñínes, venían de Santiago, la tierra del rebelde pericú y del padre martir, como es su costumbre de pasar los fines de semana visitando la familia en distintos poblados al sur de la península, esa vez había pasado un día maravilloso con sus familiares y amigos en Santiago y San Bartolo....venían muy contentos platicando de diversos tópicos y cantando...ella, una mujer incrédula de cosas sobrenaturales pero muy respetuosa de la ideología y creencia de los demás, le gusta y está acostumbrada desde niña a escuchar relatos de espantos y aparecidos entre otras cosas de parte de sus mayores y amigos; pero nunca se imaginó Doña Rosita que viviría una experiencia tan esptantosa junto con su familia aquella noche de mayo.

Dijo, que eran como las nueve treinta de aquella tétrica noche, después de despedirse en San Bartolo de sus familiares, el vehículo con su cargamento humano se deslizaba a velocidad prudente por la carretera...el caserío dormido de San bartolo había quedado atrás...en la espesa oscuridad de la noche, a la luz de los fanales del carro, como alma en pena la sombra de los árboles a la vera del camino a gran velocidad iban pasando...dentro del vehículo la alegría se desbordaba ya iban pasando al Rancho Verde, cuando de pronto, a la derecha de la carretera, bajo un gran mezquitón la luz fosforescente rompió aquella oscuridad de la noche...fue cosa de segundos....al unísono los siete pasajeros vieron la terrorifica aparición.

Era una niña como de diez años que pedía auxilio con sus manitas levantadas al cielo, en un gesto desesperado, mirando hacia San bartolo...estaba vestida de ropajes largos, blancos y muy brillante, el cabello largo y rubio lo volaba el viento, y el rostro no se le miraba, sólo se veía una sombra negra....pero lo más raro es que no pisaba el suelo...fueron sólo unos instantes de esa aparición...luego, ante los aterrados ojos de la incrédula Doña Rosita, y quienes la acompañaban, la niña fosforescente, se esfumó, desapareció bajo la fronda del mezquite dejando una estela brillante, la que en segundos también desapareció.

Todos quedaron mudos de espanto, mirándose unos a otros, sin saber que decir, los niños, dice Doña Rosita, todavía no pueden dormir bien a pesar que hace como quince días que sucedió esto y no quieren volver por aquellos rumbos, ni aunque los castiguen, dice. A Ismael, el novio de su sobrina, quien les acompañaba no le preocupó mucho este macabro suceso, pues dice que él ya la ha visto en otras dos ocasiones cuando viajaba acompañado  de su padre, y algunos amigos...que cuenta la leyenda que por el rumbo donde se aparece esta alma en pena, al finalizar el siglo antepasado, existió una niña miuy inteligente con facultades de clarividencia, la que era muy acertada en sus premoniciones, pero que para aquella época, la ignorancia de la gente la calificaba de bruja  y que todo lo malo que sucedía le echaban la culpa a ella, hasta que decidieron lincharla.

Cuentan los que vivieron esta tragedia, que aquella noche, la chusma enardecida, armados de piedras, palos y antorchas encendidas, llegaron al hogar de la niña, la que su unico pecado fue haber tenido poderes extraordinarios y que con lujo de violencia, la sacaron de la casa, la apedrearon, y la arrastraron por brechas y caminos hasta que la mataron y luego, la tiraron bajo el mezquite, que eran como las nueve y treinta de aquella noche fatal. Otro día, sus padres fueron a buscarla para darle cristiana sepultura, pero que para su sorpresa el cuerpo de la niña ya no se encontraba...nunca apareció. Quedó en el misterio, y que a través de los años son muchos los que la han visto y escuchado porque cuentan que para mala suerte del que vaya caminando a esas horas de la noche, pasando el rancho verde, se escuchan aullidos como de coyotes o lobos, luego lastimeros lamentos de agonía, y enseguida se ve la aparición fosforescente bajo el mezquite...son varios los rancheros que andaban campeando que les ha sucedido esta macraba aparición.


Dice la enfermera Doña Rosita, que después de esta espeluznante experiencia, ya se le quitó lo incrédula y que va a pasar mucho tiempo por esos rumbos de Rancho Verde, y que los niños juran y perjuran que no volverán por ahí.

“…Por el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”


Este trabajo fue publicado, hace más de 10 años en el periódico “El sudcaliforniano” revista “Compás” y programa de radio “Contacto directo”















viernes, 10 de octubre de 2014

“ECLIPSE DE LUNA...Y AQUELLAS COSTUMBRES DE LA MATERNIDAD”.


            Del 14 al 15 de abril, habrá eclipse total de luna...la compañera de la tierra, estará de nupcias con el sol. Seguramente que será un bonito espectáculo y los invito a contemplar el maravilloso fenómeno en esta hermosa tierra Sudcaliforniana...regalo de la naturaleza para los ojos de todo ser viviente y para recrear el espíritu...u al evocar los eclipses del pasado y aquellas costumbres una sonrisa juguetona se dibuja en mi rostro el que no es ya el de una colegiala y una fina escarcha adorna mis sienes, y me regocijo al recordar la importancia que tenía éste fenómeno para los antiguos y de que manera repercutía en la vida humana, animal, en las plantas y en el mar. Quizás les cause risa al escuchar este artículo,  pero lo que escribo es en serio.

            Los voy a transportar a épocas pasadas, tal vez les tocó vivir aquellos momentos y costumbres de nuestras lindas gentes del ayer, que tienen una gran importancia y estoy segura que los varones también vivieron estas cosas. Cuando las formas del cuerpo de la futura madre se deformaban perdiendo su belleza, adquiriendo otro encanto, el de la maternidad, privilegio bendito con el que Dios dotó a la mujer...el de ser madre. En el abultado vientre palpitaba un nuevo ser el que orgullosa lucía cubriéndolo con la tradicional bata de maternidad, y aquellas emociones que únicamente las mujeres sentimos, y que algunas eran afortunadas y compartidas por el esposo que cariñoso recostaba su cabeza en el vientre de la futura madre para sentir los movimientos de su hijo y gritaba emocionado “éste será pelotero o boxeador”; o de lo contrario “que floja, tarda en moverse, será niña”.

            En la dulce espera del hijo, sublimes y gratos momentos que se viven durante el embarazo. Que si será niño, que si será niña, que ya patea, que se estiró, que se siente como un gusanito que se mueve, que los achaques, que los antojos, que con el cambio de luna se sienten así, que se tiran los calostros que cuando la luna llena el niño nacerá, que salió paño en la cara, que no duerma boca abajo y que al sentarse no cruce las piernas por que se lastima el niño, no usar tacones y en los primeros meses tener cuidado de no subir escalones y trapear los pisos, en fin tantas cosas mientras se espera al nuevo miembro de la familia que vendrá a revolucionarlo todo pero que inundará de felicidad el hogar. La tina con agua de manzanilla calientita para bañar al niño debería de estar lista así como el cordón y el romero para amarrar el ombligo, y el té de rosa de Castilla para que se le limpie el estomago al bebé y no le den cólicos. También debía estar listo, además de la maleta, por lo menos un cambio de ropa por si sale siete mesino. El niño al rasgar el vientre y recibir la primer nalgada por la comadrona o el medico, y lanzar el llanto al cielo, la sonrisa de Dios en la tierra es a través del rostro de la feliz madre que acurruca a su hijo amorosamente después del parto, olvidando todo dolor. ¡Que poco se usaban las cesáreas en ese tiempo, había que parir a grito mexicano y ya!

            Cuanto temor sentíamos las mujeres embarazadas cuando la luna se eclipsaba; los mayores aconsejaban que nos escondiéramos  por que la luna se comería al niño y nacería deforme. Con un colgajo de llaves amarradas alrededor del abultado vientre (por que ya no teníamos cintura) le dábamos nueve vueltas a la casa y si no había llaves, nos poníamos un calzón rojo con alfileres colgados y a darle vueltas 9 a la casa. Se le tapaban todos los hoyos a los techados o si tenían ranuras las paredes de la casa, cerrar puertas y ventanas para que no se filtraran los reflejos de la Luna, por que dañaría al niño. En fin la madre tenía que esconderse de los efectos del eclipse de la Luna; Así como también a los árboles frutales se les tenía que poner un trapo rojo para que no se dañara la fruta.

            Aquellos momentos de la larga espera que se gozaban con las gentes mayores, familias y amistades a la hora del café,  para saber si sería niño o niña quien vendría. La futura madre se escupía la palma de la mano y le echaba en la misma una hormiga colorada dentro de la saliva y si después de muchas peripecias la hormiga salía viva, el bebe sería hombrecito y si la hormiga moría en la mano, nacería una niña. Otra de las cosas que hacían era que acostaban a la embarazada, que se relajara y el niño se movía para todos lados, le cortaban un cabello a la mujer y le colgaba al mismo una argolla matrimonial y se la ponían a la altura del ombligo y si el anillo se quedaba quieto, sería niña, y si el anillo se movía como péndulo hacia un lado y hacia otro, entonces sería varón. Estas costumbres tan sanas se disfrutaban y se usaban antiguamente y generalmente no fallaba. Ahora usan el ultrasonido y como que le quitan la emoción al saber que va a nacer, si niño o niña. Alguna de las mujeres antiguas dominaban la practica para escoger antes de embarazarse si querían tener niña o niño. Había también en aquellos tiempos la “comadrona” que sobaba la barriga para componer al niño en su lugar. Las mujeres trabajaban de otra manera y hacían mucho ejercicio con  el quehacer de la casa que hasta en los últimos momentos antes del parto se estaba trabajando, por que decían las antiguas que el ejercicio agiliza el trabajo de parto.

            Algo debía influir la Luna en la naturaleza por que decían los mayores, los que conocían de la pesca, que las mareas se regían por la Luna; y de niña escuchaba entre los pescadores “que no le vaya a dar la Luna al pescado o a los callos de hacha por que se los come”. Una vez de traviesa, nada mas para comprobar si era cierto eso de que la Luna se come el pescado, en aquella ocasión mi hermano Florencio trajo bastante pescado esa noche, y los andaban cuidando de los reflejos de la Luna, cuando todos se fueron a dormir, me levanté y los quite del lugar de donde los habían escondido y los dejé al aire libre. Pues no me lo va a creer, se los tragó la Luna, estaban manidos o echados a perder y los habían sacado esa noche de invierno. Eran unos pargos colorados, sierras, un merito, un robalo, una cabrilla, y unas bandejas de callos de hacha de aquellos “chinos” grandotes de media Luna a los que les habían puesto un puntito de carbonato para que amanecieran mas gordos, ¡y todo se echo a perder!. La caguama que había traído fue lo único que se logro por que le tuve miedo para moverla, por que aún estaba viva. ¡Que cintariza me metieron en esa ocasión y que nunca la he podido olvidar!, pero jamas lo volví a hacer. Los pescadores, de los barrios el Esterito, y del Manglito, deben  de saber de estos efectos de la Luna sobre el pescado.

            Volviendo a lo del embarazo, después del parto, se acostumbraba que con el pañal orinado del niño, la madre se tallara la cara y se le quitaba el paño, si éste le había salido. Costumbres antiguas. Si el niño se enfermaba del mal de ojo, lo curaban con un chorro de leche de pecho en los ojos y sanaba. No se le debía de dar pecho al bebe estando enojada la madre porque éste se enfermaba del estomago. No se le cortaba el cabello ni las uñas hasta que estaba bautizado, así como no se debía dormir con la luz apagada mientras estaba gentiles, porque según se aparecía la llorona; por lo que obligaba a los padres a bautizarlo luego luego. Cuando la madre amamantaba al bebé ésta no debía estar comiendo por que el niño se ahogaba. Para dar de comer al niño la madre debía de estar llena y tomarse un vaso de agua para que bajara abundante la leche, y decía mi abuela que no debía de darle el sol en la espalda por que la leche se secaba, así como debía de cubrirse la espalda con algún lienzo para que la leche estuviera siempre calientita. El niño no debía llorar en el pecho de la madre por que este se “soplaba” y se tapaban los pezones. ¡Que tierno!, verdad?.

            En el patio, se miraban tan bonitos los tendederos llenos de blancos pañales elaborados por las propias madres, los que con el sol y el aire se les quitaba la manchita de orín si el jabón de barra no lo lograba. Si no había pinzas para la ropa se metían entre el mecate del tendedero las puntas del pañal, y había que recogerlos antes de las tres de la tarde para que conservaran el calor de los rayos solares porque decían las mayores que beneficiaban  la salud y los huesos del bebe. Mientras tomábamos el café en la sana convivencia familiar, los planchábamos con la mano y se acomodaban el altero de pañales a los pies de la cuna del niño, el que se miraba tiernamente dormido o con el piecito metido en la boca o con su zapeta  y sus alfileres artísticamente abrochados o contándose los deditos diciendo “agu”. Mientras en la cocina se escuchaba el golpe de la maceta en la carne seca sobre la piedra y hervía el atole de masa en la olla que seria la cena para la madre y a través de ella para el niño el que dormía  prendido al pecho toda la noche y amanecía sin hambre y no se enfermaban. Por tu salud y la de tu niño cría a tu hijo con leche de pecho; te dará mayor felicidad, y por las dudas si estas embarazada, mañana que abra eclipse total de luna, cúbrete de sus reflejos y cuélgate un puñado de llaves en la cintura y ponte un calzón rojo y le das nueve vueltas a la casa. A los arboles frutales también ponles sus trapos rojos y los pescadores que cubran el pescado de los reflejos de la luna.

            ...Ahora...los tendederos en los patios se ven muy tristes, lucen sin pañales sin chambritas...pero en cambio los botes de la basura están llenos de pañales desechables...una joven madre soltera me decía mientras miraba la novela en el televisor “no tengo trabajo, y ni para comprar pañales desechables ni leche”...suspirando pensé...mejor no lo digo…





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“ECLIPSE DE LUNA...Y AQUELLAS COSTUMBRES DE LA MATERNIDAD”.


            Del 14 al 15 de abril, habrá eclipse total de luna...la compañera de la tierra, estará de nupcias con el sol. Seguramente que será un bonito espectáculo y los invito a contemplar el maravilloso fenómeno en esta hermosa tierra Sudcaliforniana...regalo de la naturaleza para los ojos de todo ser viviente y para recrear el espíritu...u al evocar los eclipses del pasado y aquellas costumbres una sonrisa juguetona se dibuja en mi rostro el que no es ya el de una colegiala y una fina escarcha adorna mis sienes, y me regocijo al recordar la importancia que tenía éste fenómeno para los antiguos y de que manera repercutía en la vida humana, animal, en las plantas y en el mar. Quizás les cause risa al escuchar este artículo,  pero lo que escribo es en serio.

            Los voy a transportar a épocas pasadas, tal vez les tocó vivir aquellos momentos y costumbres de nuestras lindas gentes del ayer, que tienen una gran importancia y estoy segura que los varones también vivieron estas cosas. Cuando las formas del cuerpo de la futura madre se deformaban perdiendo su belleza, adquiriendo otro encanto, el de la maternidad, privilegio bendito con el que Dios dotó a la mujer...el de ser madre. En el abultado vientre palpitaba un nuevo ser el que orgullosa lucía cubriéndolo con la tradicional bata de maternidad, y aquellas emociones que únicamente las mujeres sentimos, y que algunas eran afortunadas y compartidas por el esposo que cariñoso recostaba su cabeza en el vientre de la futura madre para sentir los movimientos de su hijo y gritaba emocionado “éste será pelotero o boxeador”; o de lo contrario “que floja, tarda en moverse, será niña”.

            En la dulce espera del hijo, sublimes y gratos momentos que se viven durante el embarazo. Que si será niño, que si será niña, que ya patea, que se estiró, que se siente como un gusanito que se mueve, que los achaques, que los antojos, que con el cambio de luna se sienten así, que se tiran los calostros que cuando la luna llena el niño nacerá, que salió paño en la cara, que no duerma boca abajo y que al sentarse no cruce las piernas por que se lastima el niño, no usar tacones y en los primeros meses tener cuidado de no subir escalones y trapear los pisos, en fin tantas cosas mientras se espera al nuevo miembro de la familia que vendrá a revolucionarlo todo pero que inundará de felicidad el hogar. La tina con agua de manzanilla calientita para bañar al niño debería de estar lista así como el cordón y el romero para amarrar el ombligo, y el té de rosa de Castilla para que se le limpie el estomago al bebé y no le den cólicos. También debía estar listo, además de la maleta, por lo menos un cambio de ropa por si sale siete mesino. El niño al rasgar el vientre y recibir la primer nalgada por la comadrona o el medico, y lanzar el llanto al cielo, la sonrisa de Dios en la tierra es a través del rostro de la feliz madre que acurruca a su hijo amorosamente después del parto, olvidando todo dolor. ¡Que poco se usaban las cesáreas en ese tiempo, había que parir a grito mexicano y ya!

            Cuanto temor sentíamos las mujeres embarazadas cuando la luna se eclipsaba; los mayores aconsejaban que nos escondiéramos  por que la luna se comería al niño y nacería deforme. Con un colgajo de llaves amarradas alrededor del abultado vientre (por que ya no teníamos cintura) le dábamos nueve vueltas a la casa y si no había llaves, nos poníamos un calzón rojo con alfileres colgados y a darle vueltas 9 a la casa. Se le tapaban todos los hoyos a los techados o si tenían ranuras las paredes de la casa, cerrar puertas y ventanas para que no se filtraran los reflejos de la Luna, por que dañaría al niño. En fin la madre tenía que esconderse de los efectos del eclipse de la Luna; Así como también a los árboles frutales se les tenía que poner un trapo rojo para que no se dañara la fruta.

            Aquellos momentos de la larga espera que se gozaban con las gentes mayores, familias y amistades a la hora del café,  para saber si sería niño o niña quien vendría. La futura madre se escupía la palma de la mano y le echaba en la misma una hormiga colorada dentro de la saliva y si después de muchas peripecias la hormiga salía viva, el bebe sería hombrecito y si la hormiga moría en la mano, nacería una niña. Otra de las cosas que hacían era que acostaban a la embarazada, que se relajara y el niño se movía para todos lados, le cortaban un cabello a la mujer y le colgaba al mismo una argolla matrimonial y se la ponían a la altura del ombligo y si el anillo se quedaba quieto, sería niña, y si el anillo se movía como péndulo hacia un lado y hacia otro, entonces sería varón. Estas costumbres tan sanas se disfrutaban y se usaban antiguamente y generalmente no fallaba. Ahora usan el ultrasonido y como que le quitan la emoción al saber que va a nacer, si niño o niña. Alguna de las mujeres antiguas dominaban la practica para escoger antes de embarazarse si querían tener niña o niño. Había también en aquellos tiempos la “comadrona” que sobaba la barriga para componer al niño en su lugar. Las mujeres trabajaban de otra manera y hacían mucho ejercicio con  el quehacer de la casa que hasta en los últimos momentos antes del parto se estaba trabajando, por que decían las antiguas que el ejercicio agiliza el trabajo de parto.

            Algo debía influir la Luna en la naturaleza por que decían los mayores, los que conocían de la pesca, que las mareas se regían por la Luna; y de niña escuchaba entre los pescadores “que no le vaya a dar la Luna al pescado o a los callos de hacha por que se los come”. Una vez de traviesa, nada mas para comprobar si era cierto eso de que la Luna se come el pescado, en aquella ocasión mi hermano Florencio trajo bastante pescado esa noche, y los andaban cuidando de los reflejos de la Luna, cuando todos se fueron a dormir, me levanté y los quite del lugar de donde los habían escondido y los dejé al aire libre. Pues no me lo va a creer, se los tragó la Luna, estaban manidos o echados a perder y los habían sacado esa noche de invierno. Eran unos pargos colorados, sierras, un merito, un robalo, una cabrilla, y unas bandejas de callos de hacha de aquellos “chinos” grandotes de media Luna a los que les habían puesto un puntito de carbonato para que amanecieran mas gordos, ¡y todo se echo a perder!. La caguama que había traído fue lo único que se logro por que le tuve miedo para moverla, por que aún estaba viva. ¡Que cintariza me metieron en esa ocasión y que nunca la he podido olvidar!, pero jamas lo volví a hacer. Los pescadores, de los barrios el Esterito, y del Manglito, deben  de saber de estos efectos de la Luna sobre el pescado.

            Volviendo a lo del embarazo, después del parto, se acostumbraba que con el pañal orinado del niño, la madre se tallara la cara y se le quitaba el paño, si éste le había salido. Costumbres antiguas. Si el niño se enfermaba del mal de ojo, lo curaban con un chorro de leche de pecho en los ojos y sanaba. No se le debía de dar pecho al bebe estando enojada la madre porque éste se enfermaba del estomago. No se le cortaba el cabello ni las uñas hasta que estaba bautizado, así como no se debía dormir con la luz apagada mientras estaba gentiles, porque según se aparecía la llorona; por lo que obligaba a los padres a bautizarlo luego luego. Cuando la madre amamantaba al bebé ésta no debía estar comiendo por que el niño se ahogaba. Para dar de comer al niño la madre debía de estar llena y tomarse un vaso de agua para que bajara abundante la leche, y decía mi abuela que no debía de darle el sol en la espalda por que la leche se secaba, así como debía de cubrirse la espalda con algún lienzo para que la leche estuviera siempre calientita. El niño no debía llorar en el pecho de la madre por que este se “soplaba” y se tapaban los pezones. ¡Que tierno!, verdad?.

            En el patio, se miraban tan bonitos los tendederos llenos de blancos pañales elaborados por las propias madres, los que con el sol y el aire se les quitaba la manchita de orín si el jabón de barra no lo lograba. Si no había pinzas para la ropa se metían entre el mecate del tendedero las puntas del pañal, y había que recogerlos antes de las tres de la tarde para que conservaran el calor de los rayos solares porque decían las mayores que beneficiaban  la salud y los huesos del bebe. Mientras tomábamos el café en la sana convivencia familiar, los planchábamos con la mano y se acomodaban el altero de pañales a los pies de la cuna del niño, el que se miraba tiernamente dormido o con el piecito metido en la boca o con su zapeta  y sus alfileres artísticamente abrochados o contándose los deditos diciendo “agu”. Mientras en la cocina se escuchaba el golpe de la maceta en la carne seca sobre la piedra y hervía el atole de masa en la olla que seria la cena para la madre y a través de ella para el niño el que dormía  prendido al pecho toda la noche y amanecía sin hambre y no se enfermaban. Por tu salud y la de tu niño cría a tu hijo con leche de pecho; te dará mayor felicidad, y por las dudas si estas embarazada, mañana que abra eclipse total de luna, cúbrete de sus reflejos y cuélgate un puñado de llaves en la cintura y ponte un calzón rojo y le das nueve vueltas a la casa. A los arboles frutales también ponles sus trapos rojos y los pescadores que cubran el pescado de los reflejos de la luna.

            ...Ahora...los tendederos en los patios se ven muy tristes, lucen sin pañales sin chambritas...pero en cambio los botes de la basura están llenos de pañales desechables...una joven madre soltera me decía mientras miraba la novela en el televisor “no tengo trabajo, y ni para comprar pañales desechables ni leche”...suspirando pensé...mejor no lo digo…





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miércoles, 8 de octubre de 2014


“CONSUMIR AVENA...SANO ALIMENTO...FUE UNA COSTUMBRE EN LA PAZ,  QUE SE PERDIO”.


         ... ¡ Abuelita, abuelita, se está pegando la avena en el fondo del  apaste!, gritaba yo muy contenta, ya casi para irme a la escuela, en aquel añorado hogar lleno de amor y calor humano... ¡y que rico huele a cascarita de naranjo y quemadita como a mi me gusta!....le dije a mi nanita saltando de gusto, al tiempo que me empinaba en las encaladas hornillas entre tizones encendidos y me asomaba al gran apaste de barro, en donde el sano y exquisito alimento en leche bronca hervía; soltando aquellos aromas que golpeaban mi nariz urgiendo a mi estómago, entre humos se miraba satisfecho el sonriente y bello rostro de mi abuela bajo el sombrero de palma de alta copa, nomás verdeaban como ascuas sus ojos, entre las incendiantes llamas mientras movía con gran destreza entre sus manos el molinillo de palo batiendo aquel exquisito manjar...LA AVENA., un tradicional alimento en La Paz, hasta darle el punto deseado, y que acompañaría el desayuno como era la costumbre.

         Parece que aún escucho el ruidito que arrancaba el molinillo al fondo de la cazuela... eran los tiempos aquellos de molinos de viento en La Paz, donde la mayoría de sus habitantes se conocían y eran como una gran familia...todo mundo andaba muy contento, se saludaban a su paso y hasta se andaban riendo solos...pero si como no, traían la barriga llena, y el corazón enchido de alegría y les tintineaban las monedas de plata en la bolsa de aquellas 0720, así como los billetes...el alimento barato, casi regalado, abundaba, así como el trabajo, los pescadores ribereños eran libres y dueños absolutos del producto de su esfuerzo, la pesca, gandería, agricultura, el comercio, eran tiempos de jauja, en La Paz...desde luego, cuando aún era territorio, y el jornal diario alcanzaba para vivir dignamente con tranquilidad...ahora el sueldo mínimo no alcanza para comprar un kilo de carne o pescado...pero hemos progresado...los hechos están a la vista.

         Antes, la mayoría de las familias, aún las más pobres, desayunaban almejas o callo de hacha, comían caguama o brisas tatemadas, y en la cena, machaca, camaroncitos o langosta, entre otras cosas de fácil adquisición ¡que tiempos!....y que rico y completo se desayunaban los niños en el ayer, a veces,  un par de huevos de aquellos cacareados de gallinas contentas criadas en casa, con salsa, o solitos, un pegoste de frijoles refritos, chinitos, acompañados de un birote, tortilla de harina, o de maíz y un tazón de exquisita y aromática avena en leche bronca, acompañada de un plátano, ese era el desayuno del pobre. Ahora, en algunas familias por las prisas, o porque el dinero no alcanza, los niños se van sin desayunar, o a veces comen sabritas con pepsi, si bien les van, huevos con salchichas o jamón que sólo Dios sabe de que serán, entre otras cosas. Pero el consumir avena, es una costumbre que se ha ido perdiendo. Volviendo a aquel ayer, recordando el apazte de hirviente avena de la abuela, le dije “Abuelita, ¿por qué tomamos avena casi todos los días?”, ella bajando el apazte con el rico alimento, la que puso en el petril de las hornillas dijo “porque los niños deben crecer sanos y fuertes; la avena, es un cereal muy nutritivo, es una planta de gran importancia alimenticia y medicinal muy popular, cultivada en casi todo el mundo. Se cree que es originaria de Oriente; cuentan los mayores que en un principio se le utilizaba como pastura para los caballos, pero luego que se conocieron sus propiedades curativas y alimenticias, se destinó la avena para alimentar a la humanidad”.

         Además del almidón, continuó diciendo la dulce muchacha antigua este cereal contiene proteínas, vitaminas y minerales, así como algo de grasa, y especialmente vitaminas B,C, y E,  que el cuerpo necesita, lo cual ayuda al crecimiento de los niños y al desarrollo para adolescentes y adultos. Decían los antiguos que la avena también es medicinal, disminuye la grasa en la sangre, así como la azúcar y controla el sobrepeso, y por su contenido en fibra ayuda a la buena digestión; las personas que consumen avena, siempre estarán sanas; es por eso que principalmente niños adolescentes y ancianos, deben consumir por lo menos una ración diaria de avena. Terminó diciendo mi inolvidable y sabia abuelita, mientras servía un tazón de cremosa avena, la que estaba quemadita, al tiempo que le dije, bueno Abuelita, pero mañana le pone canelita, y pasado, hojitas de naranjo, ahora ya le puso cascarita y me deja la cazuela para rasparle con la cuchara lo quemadito porque está muy sabrosa. Los niños que toman avena, dijo la abuela, siempre andarán con la barriga llena, estarán sanos  y muy contentos, y vaya que si, no había necesidad de comer entre horas, en la escuela, si acaso una melcocha, un heladito, una chupaleta, un cucurucho de pinole o un ponteduro, lo cierto es que en casa, siempre había de aquellas cajotas cuadradas de avena del viejito, que hasta atractivo regalos traía adentro, como tazos, platones, hasta acompletar una vajilla

Pero ahora, todo es diferente, son contados los niños que desayunan en casa, y sobre todo que toman avena...antes, había mamá y abuela en el hogar, ahora hay que salir corriendo a trabajar, son otros tiempos...haga un esfuerzo y dele avena a su familia, se cocina rapidito y es muy saludable y sabrosa.

..y en aquel ayer, tras la encalada hornilla, entre humos, el bello rostro de mi abuelita se miraba bajo el sombrero de palma, mientras con el molinillo de palo batía la hirviente avena en el apazte de barro, hasta que quedaba cremosita.

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lunes, 6 de octubre de 2014

“EL REAL DE SANTA ANA...HISTORICO PUEBLO MINERO, FUE LA BASE DEL POBLAMIENTO DE BAJA CALIFORNIA SUR”.


         La importancia histórica del real de Santa Ana ha sido poco estudiada por los historiadores; ya que la contribución de esta región al poblamiento de esta península es muy notable. Santa Ana fué el primer centro secular de las californias... lo fundó Don Manuel de Ocio, 14 años después de la sublevación indígena de las misiones del sur. Don Manuel de Ocio, llego en la tropa para apaciguar a los rebeldes pericúes. Antiguamente, el sistema misional creado por los padres jesuitas encabezados por Francisco Eusebio Kino, Juan maria de Salvatierra, Bravo, Piccolo, y el atlante Juan de Ugarte entre otros muy importantes también, impedía, por su propia organización que se establecieran en estas tierras otra gente que no fueran aquellos que dependían y podían subsistir al amparo del sistema misional.

Sin embargo, hubo alguien que se atrevió a romper tales normas y se decidió a fundar un centro de población y de trabajo independiente del monopolio de la jerarquía religiosa: el soldado presidial de origen andaluz Don Manuel de Ocio, quien llegó a la península para ayudar en el apaciguamiento de la guerra general en 1734 y en la que perdieron la vida dos religiosos, el padre Tamaral, en San José del Cabo y Carranco en Santiago.

Don Manuel de Ocio, se dio de baja del presidio en virtud de que le sonrió la fortuna; debido a una tempestad, hubo un gran varamiento de concha madre perla en el año de 1740 y Don Manuel de Ocio se dedicó a la explotación y comercio de la perla, de la que hizo una gran fortuna; al grado de que pagaba a la corona de España el real quinto por doce mil pesos anuales, o sea de impuesto sobre las perlas extraídas que se pagaba al rey. Esto da una idea dela riqueza de los placeres perleros por esos años, además de que don Manuel de Ocio se dio el lujo de regalarle a la reina de España un largo collar compuesto de perlas balas, lo que confirma la cantidad de perlas extraídas a los mares del golfo de california para poder escoger las perlas de un collar de es naturaleza.

Después de la decadencia de los placeres perleros, Don Manuel de Ocio se dedicó a la minería y ganadería, para lo que fundo  el pueblo minero el real de Santa Ana; llegó a emplear mas de 300 personas, entre blancos, negros, indios y yaquis, traídos algunos de la otra banda: vaqueros, mineros, marineros, arrieros, y de otras actividades y oficios, ya que sus instalaciones eran de la mas modernas en su época, la reconocida escritora y periodista, Doña Dominga G. De Amao, dice que le tocó conocer a una ancianita con la marca en un muslo del fierro del Don Manuel de Ocio. Este, tenia la costumbre de marcar a los trabajadores como si fueran esclavos, igual que a sus bestias. He ahí la importancia de la contribución familiar del Real de Santa Ana. Equilibró y aun supero a la de los centros militares, en un periodo de dos décadas. El real de Sana Ana dio origen además a los pueblos mineros de gran importancia en la península, donde en sus alrededores se formaron ranchos ganaderos, San Antonio, fundado por don Manuel de ocio en 1756; el realito del oro, y El triunfo, así como surgieron también los pueblos mineros El rosario, La sin rival, El valle perdido, entre otros que fueron después explotados por extranjeros y saquearon sus riquezas quedando pueblos fantasmas.

El fundador del Real de Santa Ana en 1748 precursor de poblamientos de ranchos sudcalifornianos y de muchas familias, surgieron del real de Santa Ana, como cota, León, Duarte, Amador, Beltran, Ajuque, Fajardo, Martinez, Gonzalez, Lara, Flores, Moreno, Olachea, Morales, Barrera, Villa, Arballo, Geraldo, Gerardo, Cadena, Guerrero, Hirales, Ojeda, Orozco, Garcia y Orantes, entre otros. Manuel de Ocio, soldado del presidio de Loreto, primer gran rico de la tierra penínsular, se caso con una hija del capitán Don Esteban Rodriguez Lorenzo, procrearon un hijo varón llamado Antonio y este a su vez tuvo varias hijas por lo que el apellido Ocio no fue difundido en la península.

Al parecer, hubo un bisnieto de Don Manuel llamado Antonio Maria, se caso en 1822 en San José del Cabo con Dolores Arguello, la hija menor de José Dario Arguello, ultimo gobernador colonial de Baja California. Este Ocio, emigró a  la alta california y de allá regresó a San José del Cabo después de la invasión norteamericana, venia casado en segundas nupcias con Narcisa Soto, con quien procreo numerosa familia, pero a finales del siglo XVIII aparece un hijo suyo con familia llamado Manuel Ocio, con oficio de jornalero. Otro hijo de Antonio Maria murió soltero en Ensenada en 1898, se llamaba Juan de la cruz.

Don Manuel de Ocio, el primer rico de la península de Baja california, murió asesinado; una versión asegura que por los indios nativos; otros, que fue mandado matar por los depositarios de sus riquezas desde Guadalajara para quedarse con ellas, quizás nunca se sepa la verdad de este asunto, lo cierto es que despues de la muerte del fundador del real de Sana Ana, base de los rancheros sudcalifornianos, es que alrededor de cinco mil cabezas de ganado entre herrado y orejano con la marca de Manuel de Ocio merodeaban por el sur de la península...

..De Don Manuel de Ocio, y del real de Santa Ana hay mucho que escribirse todavía..

bibliografia

Historia Natural y Crónica de la antigua California, Miguel del Barco, edit. Unam.

Guia familiar de Baja California 1700 1900, Pablo L. Martinez, edit. Baja California.

“…Por el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”


Este trabajo fue publicado, hace más de 10 años en el periódico “El sudcaliforniano” revista “Compás” y programa de radio “Contacto directo”


miércoles, 1 de octubre de 2014

“EN EL CUARTO NUMERO SIETE...VOCES Y APARICIONES DE ULTRATUMBA”.

         “ ¡Límpiame!... ¡límpiame!... ¡lávame!... ¡qué me laves te digo!”...son voces que se escuchan en el cuarto número siete, en penumbras en cierto hospital de prestigio...son varios los espantados...de repente, sienten un escalofrío que les enchina la piel y les recorre todo el cuerpo como si les levantaran la piel hasta la nuca...es el miedo...sienten una presencia dentro de la habitación y de pronto se empieza a aparecer a los pies de la cama del enfermo la fantasmal y encorvada figura etérea de una ancianita de blancos cabellos vestida de color azul a cuadritos y muy airada señala con la mano al tiempo que dice ¡límpiame!... ¡límpiame!, ¡lávame y límpiame!, ¡qué me laves te digo!...con pasos lentos camina dentro del cuarto por unos instantes, y se va encaminando hacia la puerta metiéndose  al baño.
Esta terrorífica y escalofriante experiencia la vivieron hace pocos días, madre e hija, Seferina y Juliana, quienes estuvieron por varios días internadas en el cuarto número siete, ya que Juliana fue intervenida quirúrgicamente y su señora madre, como es lógico, cuidaba de ella. incrédula, con el rostro descompuesto, muy espantada, cuenta Doña Seferina aquellos amargos momentos vividos en ese cuarto número siete. Eran altas horas de la noche...todo estaba en silencio en aquel hospital de pasillos en penumbras y silenciosos pasos...ella se encontraba descansando en el sofá con el rostro semi cubierto con un chal...observando el cuerpo de su hija; atenta al goteo del suero, contemplaba la palidez de su rostro y el rítmico latir de su corazón...de pronto, de las sombras que cubrían el cuarto número siete, se apareció a los pies de la cama de la enferma la fantasmal figura de una viejecita encorvada de cabellos blancos vestida de color azul a cuadritos, con el rostro descompuestos por la ira...moviendo los ojos y labios al tiempo que una mano, como si ordenara algo, pero Seferina no alcanzaba a escuchar que decía.
Horrorizada, temiendo que su hija se despertara y se asustara con aquella tétrica aparición, se levantó rápidamente rumbo al baño, y ante su sorpresa, la pequeñita mujer la seguía...cuando Seferina abrió la puerta del baño la ancianita le ganó, y atravesándose a través del cuerpo de Seferina, ésta se metió al baño hasta la cortina del mismo; entonces, Seferina rápidamente cerró la puerta y no entró, quedando la viejecita dentro del baño. Todo pasó en un instante que a Seferina le parecía siglos...angustiada y temerosa, sin comprender todavía por qué pasaba esto que estaba viviendo, ella que no creía en estas cosas de aparecidos, y hasta se burlaba cuando escuchaba comentarios sobre el tema y sacando fuerzas de su amor de madre, para no asustar a su hija se acostó nuevamente echa bolita, tapándose la cara encomendándose a Dios, rogándole que no permitiera que pasara una noche más en ese cuarto, y pidiéndole por esa alma en pena. Al fin amaneció, y la claridad del nuevo día iluminó cuartos y pasillos de aquel hospital. Desde luego, no le dijo nada a la enferma ni a nadie, para que no se filtrara el comentario sobre este macabro suceso y se asustara la muchacha.
Añade Doña Seferina que al pasar por la recepción la tarde de ese mismo día, estaban varias enfermeras cuchicheando entre ellas, muy quedito, pero que alcanzó a escuchar que una de ellas, muy airada haciendo gesto con la mano decía “ ¡Les digo que aquí espantan muchísimo y no me lo quieren creer!”. Al pasar ella, la joven bajó la voz, temerosa de que la escuchara...y Seferina pensó...”Si supieran la noche que yo viví tampoco me lo creerían”. Al fin dieron de Alta a Juliana la tarde del día siguiente, pero al llegar a su casa, la muchacha le dijo a Seferina “Mamá, gracias a Dios que ya estamos en casa; no te quería asustar, pero en ese cuarto número siete del hospital, ¡espantan!.
¡Pero cómo!”, le dijo sorprendida la señora Seferina a su hija, sin contarle lo que ella vivió. – Fíjese mamá que hoy al mediodía que usted se fue a comer a la casa de mi tía, ¿recuerda que le hablé por teléfono urgiéndole que se viniera pronto y me trajera una prenda de vestir?, ¡pues era puro pretexto!, porque tenía mucho miedo; pasé unos momentos muy terribles y estaba muy solita, operada, con el suero y todo, sin poderme mover, no quise decirle nada en el hospital para no asustarla, pero le pedía a Dios que ya no pasara un día más en este cuarto número siete y llegara la noche porque no lo iba a soportar.- ¡Pero que viste hija!. –Eran como las tres de la tarde de aquel terrible día...el cuarto estaba a obscuras  y el televisor apagado...de pronto ante mis asombrados ojos se apareció a los pies de mi cama una viejita que se fue caminando junto a mis oídos con el rostro churido de coraje diciéndome al tiempo que señalaba con su mano muy airada, ¡lávame y límpiame!, ¡que me limpies te dijo!, ¡límpiame y lávame!.
Cerré mis ojos para no ver...y en silencio me puse a orar...no podía creer lo que estaba sucediendo, en pleno siglo XXI, y que yo una profesionista a mis escasos veinte años viviera esta macabra experiencia. Estaba rezando con los ojos cerrados y la orden se seguía escuchando, hasta irse apagando poco a poco...luego, todo quedó en silencio...no quería abrir los ojos...así me quedé por un buen tiempo...después de un rato que me pareció una eternidad, la puerta se abrió y escuché la voz más hermosa y amada de mi vida que deleitó mis oídos, alegró mi corazón y volvió la calma a mi alma. – Ya estoy aquí hija...aún así no abrí los ojos...y usted creyó que yo dormía...pero no era así me aguanté de no decirle nada para no asustarla. Así es que, mutuamente, madre e hija que vivieron esta experiencia, no se querían asustar.

...Por las dudas...ten mucho cuidado con los cuartos números sietes en los hospitales...más vale que te vayas persignado, no te vayan a espantar...

“…Por el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”


Este trabajo fue publicado, hace más de 10 años en el periódico “El sudcaliforniano” revista “Compás” y programa de radio “Contacto directo”