sábado, 11 de noviembre de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“DON JESUS MORALES MANRIQUEZ...SUDCALIFORNIANO DE AMPLIOS CONOCIMIENTOS HERBOLARIOS Y SUS GRATOS RECUERDOS”.
Esa cálida mañana de verano, Don Jesús, en compañía de su esposa Irma Amao de Morales, en la comodidad de su hogar, con gran nostalgia pasaron como en una película los recuerdos, y dijo que es el mayor de doce hijos, que nació el 27 de Octubre de 1920, hacía escasamente un mes y días que entró al gobierno del territorio de Baja California Sur, el primer Gobernador Nativo Don Agustín Arriola Martínez, motivo por el cual la gente del pueblo estaba jubilosa. Nació en el Rancho Las jícaras, sus padres fueron Don Antonio Morales Avilés y Elvira Manriquez. Su padre era minero en el Boleo de Santa Rosalía, era un trabajo muy pesado y peligroso; de niño él le llevaba el lonche y lo buscaba entre aquellos vericuetos de tiros y chiflones donde había ricas minas entre ella la Reforma por el camino viejo, muy rica en agua, la que tenían que trabajar con dos bombas. Recuerda que cuando terminaron los trabajos en El Boleo, al desarmar las dos bombas brotó el agua a torrentes como si se hubiera roto un gran río subterráneo, que su padre dijo que las bombas quedaron allí, no se pudieron sacar, que en esa mina La Reforma hay muy buenos e inagotables veneros de agua dulce.
¡Morían tantos niños y adultos en aquellos tiempos allá en Santa Rosalía!, había un pipero que le decían El Mayote en el barrio La nopalera, el que era de familias mineras, su abuelo materno de origen chileno, Don Urbano Manriquez, fue un juez muy respetado en Santa Rosalía, y los conocimientos que él tiene sobre medicina herbolaria los heredó de su abuela materna Doña Clara Avilés, nativa de Cuñaño. Fue una gran curandera, especializada en enfermedades difíciles, hasta hacía operaciones muy delicadas y la gente se salvaba. De niño, él la seguía a todas partes y lo ponía a que observara lo que ella hacía, al tiempo que le iba enseñando para que enfermedad era cada planta y como se usaba. Ella usaba mucho para curar la flor de piedra, y el ungüento cerato que ella misma preparaba...la cera de abeja con goma de copal para las infecciones difíciles...para llagas infecciosas utilizaba yerba del manso y huatamote.
A su abuelita, la gente la buscaba de lugares muy lejanos, y le traían enfermos desahuciados. Una vez, continuó diciendo Don Jesús, que a un señor le salió un tumor infeccioso en la columna que ya le había comido gran parte de la espalda y apestaba muchísimo. Que su abuelita tomó un cuchillo especial que ella tenía parecido a un bisturí, lo quemó al rojo vivo, y empezó a cortar el tumor; claro que le puso sus melgurjes y le quedó medio feo el hueco en la piel a aquel señor, pero sanó. También curaba la artritis deformativa, con la receta de su invención; la gente quedaba engaruñada y no podía caminar, ella los curaba y estas personas caminaban. Con esta formula que su abuela le heredó, también ha sanado a mucha gente de artritis deformativa. Su abuelita dijo, también usaba para curar, varias enfemerdades, el unto de puerco sin sal con alcanfor y una infinidad de plantas medicinales que ella conocía y que en esta tierra bendita de Dios abunda.
Doña Clara, tenía el conocimiento heredado a través de generaciones para la recolección de las plantas medicinales en su hora y en su tiempo para el secado de la misma, y las dosis para el cocimiento. Don Jesús, dijo que algunos conocimientos de la tradicional medicina herbolaria los aprendió, el que ha aplicado gratuitamente en la mayoría de los casos y sanado a muchas personas. Continua diciendo Don Jesús Morales que su padre le contaba que cerca de El Rosario o las Gallinas, hubo una vez una próspera hacienda llamada El oro, propiedad de Don Simón Mendoza, se llamó así porque hubo mucho oro en sus arroyos y minas. Esa hacienda fue muy famosa porque tenía grandes plantaciones de agave y fabricaban grandes cantidades de barricas de tequila de la mejor calidad con maquinarias modernas para su época, que hasta lo exportaban; pero cuando la Revolución del General Don Felix Ortega llegaron los federales entre ellos, El Cabo Fierro, y creyendo que estaban los revolucionarios orteguistas, escondidos entre los agaves, les prendieron fuego, y la hacienda El oro, se vino abajo y todo se acabó.
Su abuela Clara, la curandera, era una bravía mujer de pelo en pecho...trabajaba el rancho a la perfección como era la costumbre de las mujeres de aquella época, y el motivo de que no salía a curar a domicilio, era que no podía desprenderse del rancho porque lo trabajaba “al partido”. En el año de 1927, se trasladó la familia a esta ciudad de La Paz en una carreta tirada por doce mulas prietas...estaba todo tan tranquilo y hermoso. Sus asombrados ojos de niño de escasos siete años no podrían creer lo que miraba a su paso...grandes y hermosos edificios coloniales...la plazuela le pareció hermosa cuando la carreta dio la vuelta frente a la parroquia, la que ya lucía sus dos torres, y el monumento a Don Benito Juarez, se enseñoreaba en la plaza frente al Palacio de Gobierno. Su anciana abuela la curandera, quien contaba con 96 años de edad cuando venía en la carreta a este puerto de La Paz también quedó admirada. Ella falleció casi de 110 años y curó mucha gente de La Paz y de las rancherías aledañas que venían a buscarla. Durante el trayecto a La Paz, cuando venían en la carreta, su abuela le venía contando que hacía tiempo cayó del cielo una enorme bola de fuego en las Gallinas que un primo de su padre que aún vive en San Antonio de La Sierra, Evaristo Morales, sabe donde cayó y cual es esa gran bola, porque tuvo la curiosidad de seguirla; dice que está la gran bola como de chapopote, pero que no es, ni piedra tampoco, que él intentó varias veces cortarle un pedazo pero que no le entraba ninguna herramienta, que a través del paso de los años la que fue gran bola de fuego, caída del cielo, a principios del siglo pasado, está igual, bellos recuerdos. Continua diciendo Don Jesús que realizó sus estudios primarios en al Escuela 48 ahora Gregorio Torres Quintero, empezó a trabajar como repartidor de refrescos y hielos para ayudar a la familia, con Don Ramón Briseño, el primero que hizo ese negocio del refresco en La Paz. luego, trabajó en la comisión nacional de Irrigación también en la tenería suela viosca, por siete años, de chofer de camiones e El pescadero a San José del Cabo, llevando mango a Ensenada y Mexicali, luego fue carpintero por siete as. Trabajó en brigadas de perforación de petróleos mexicanos, del Valle hasta Vizcaino, 3015 kilómetros perforaron en Compostela, Rancho la Pitayona, Santo Domingo, y Vizcaino.
Contrajo matrimonio con la señorita Irma Amao Flores en 1957 quien le dio diez hijos: Irma Nohemi, Sergio Antonio, Isabel, Armando, Raul, Jesus Rafael, Jorge, Alma Rocio y Artemisa, de los cuales cinco se han casado y le dieron once nietos. Luego entró a trabajar a La Perla de La Paz en 1961 en la ferreteria hasta 1987, en que se jubilo por problemas en el corazon, el que se controla con sus remedios caseros aprendidos de su abuela, termino diciendo don jesus morales manriquez que prepara el “RUMASI” remedio muy bueno para la artritis en su domicilio, en revolucion entre legaspi y encinas.
….Por el placer de escribir… Recordar … Y Compartir…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario