viernes, 10 de noviembre de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“la mujer del anillo que sube a los taxis...y luego desaparece”.


·        Son muchas las personas espantadas que cuentan sus experiencias después del ciclón Lisa en distintas partes de la ciudad

Muy seguro, el taxista llegó aquella mañana a las importantes oficinas públicas; preguntó por fulano de tal, éste salió a atenderlo y el chofer le dijo, “anoche llevé a su esposa rumbo al panteón, y me dio este anillo para que se lo entregara, y que usted me pagara el servicio”...dijo el chofer; el hombre, al ver el anillo, espantado contestó...”!pero si es el anillo de mi esposa!... ¡Claro!, dijo el señor, ella me lo dio y dijo que pagara el corte”.

“Pero...pero...pero es que,” y el esposo volteaba para todos lados, sorprendido, “¿Qué pasa?”, dijo el chofer desconcertado...y balbuceando, dejando caer las palabras una a una el funcionario dijo “Es que a ella se la llevó el ciclón Lisa hace años...nunca se encontró su cadáver”, contestó el sorprendido esposo, enmudeciendo de pavor con los ojos desorbitado y aquel anillo en sus manos que sentía que le quemaban. Desde luego que el taxista no podía creer lo que estaba escuchando... ¡Pero si fue algo tan real!, decía el chofer desplomándose en un sillón que estaba cerca...cuénteme le dijo el asombrado esposo.

“...Fue por la colonia Francisco Villa, dijo, era una noche iluminada por la luna...tal vez eran las diez u once, no recuerdo bien, de pronto un suave vientecillo empezó a soplar y la luna caprichosa se ocultaba entre las nubes oscureciendo a ratos la noche la que quedaba en penumbras...transitaba en el taxi rumbo a su hogar hundido en sus pensamientos, pensando quizá en los amorosos brazos de su esposa, en sus pequeños hijos ya dormidos a esa hora y en una sabrosa cena, como era la costumbre...ya iban llegando al arroyo que forzosamente tenía que pasar, por donde se contaban que pasaban tantas cosas inexplicables pero como él es incrédulo, no sentía miedo...de pronto, los fanales del vehículo alumbraba a corta distancia a una mujer que apareció de la nada, alta y delgadita, que le hacía señas para que se detuviera, la cabellera y largos ropajes le volaban suavemente con el viento, se escuchaban muchos aullidos de perros que hacía que se enchinara la piel....paró el vehículo y le preguntó... ¿A dónde la llevo señorita?...Al panteón contestó ella, con melodiosa voz...él se quedó sorprendido por la hora que era y la distancia, pero como es profesional de su oficio, con gusto le dijo, “Suba usted”.

La joven iba vestida de azul y llevaba un paquete o envoltorio bajo el brazo, la muchacha se recogió un poco el vestido y subió acomodándose en el asiento trasero...él la miraba por el retrovisor...era hermosa, de cabellos tan negros que hacían resaltar la tez blanca, demasiado blanca a su parecer, casi calaverico, de su rostro, el que enmarcaba sus ojos grandes cargados de tristeza a punto del llanto... no miraba de frente, más bien iba cabizbaja...sus labios eran carnosos y pálidos  y una larga cadena de oro con un crucifijo colgaba de su cuello perdiéndose entre los senos; y en su dedo de la mano izquierda llevaba un anillo de matrimonio.

En el marco de una noche de luna y lastimeros aullidos de perros, el taxi con su macabra carga transitaba a esas horas de la noche, rumbo al panteón...árboles y caserío dormido como sombras fantasmales...durante el trayecto, el chofer y la hermosa iban en silencio...un silencio que lastimaba...un silencio de ¡muerte!, el quiso romper aquella tensión, y le preguntó, nada más por preguntar, Disculpe, ¿va a visitar a algún familiar enfermo?, la bella no contestó y él respetó su silencio, ya no insistió. Después de un tiempo que al chofer le pareció eterno llegaron a la puerta del panteón de Los San Juanes...

¡la luna se volvió a ocultar entre el nuberio!...el viento sopló más fuerte como levantando arenilla, meciendo los árboles llorones que parecían gemidos dentro del panteón, los perros de los alrededores aullaban también y los goznes de las puertas del panteón rechinaron como con un gran dolor, abriéndolas misteriosamente...entonces, la joven desesperada, como que el tiempo se le acababa bajó del taxi de prisa, preguntó al chofer cuánto era, el respondió...y sucedió lo que menos pensaba, ella se quitó la argolla de su dedo y le dijo con una voz que quería ser melodiosa, pero se iba transformando en cavernosa...”No tengo dinero, pero llévele a este anillo a mi esposo fulano de tal, que trabaja en el lugar zutano, salúdelo de mi parte y que por favor le pague el corte”...

Y la joven vestida de azul, de los ojos grandes y tristes, se metió al panteón rechinando las puertas al cerrarse y desapareció como flotando entre los lóbregos y señoriales mausoleos, dejando al chofer muy sorprendido; pero aun así a él no le entró ningún mal pensamiento, porque si así hubiera sido, quizás hasta muerto del miedo se hubiera quedado...puso el anillo en el tablero sin darle mucha importancia, se regresó rumbo a su casa bostezando porque el sueño le ganaba y otro día fue a la mencionada oficina a cobrar su trabajo y a entregar el anillo sucediendo como ya se narró.

...y por las polvorientas callecitas de aquella Paz dormida, el taxi con su macabra carga transitaba rumbo al panteón a altas horas de la noche.



…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…




No hay comentarios.:

Publicar un comentario