sábado, 4 de noviembre de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA.

“EL KIOSCO DEL MALECON...LA MUSICA Y EL ROMANCE EN LA PAZ”.


                       
            ¡Muchachas, el domingo en la serenata del kiosco habrá un mano a mano con las orquestas de don Rafael Castro y don Luis Gonzalez!...yo no me lo voy a perder, en la ciudad de Viena, en La Palma, con Canseco, con la chinita Yuen, o en casa de Ruffo, compraré una hermosa tela para que la costurera me haga un bonito vestido para la tardeada del domingo...las crinolinas ya las tengo almidonadas y el adorno para la cola de caballo ya está; decían mis hermanas llenas de ilusiones en la época dorada de perlas y de romance de La Paz que se perdió. Mientras los turistas extranjeros y del interior de la República que nos visitaban y disfrutaban de las bellezas de La Paz, y luego se iban, no se quedaban, y contemplaban los atardeceres meciéndose en las poltronas del “Hotel Los Arcos”, y de la terraza del “Perla”, disfrutando las botanas de cayo de hacha y de almeja, cortesía de los hoteleros y restauranteros, enmarcados con las hermosas obras de los artesanos del Esterito que vendían el “chunique”, en productos del mar, como carey, tamborillos y pescados disecados, variedad de caracoles y conchas finamente trabajadas, cortinas de caracolitos, y aquel estruendo musical que provenía del kiosco, vislumbrándose en la lejanía el parpadeo de la luz del antiguo faro.

            ¡A que se cae, a que no se cae!...gritaba la gente cuando los músicos subían al kiosco por la improvisada y débil escalera de madera... ¡qué tiempos!, de trenza y moños aún me tocaba la honrosa misión de ser chaperón, de mis hermanas. Y cuanto me gustaba acompañarlas, pues el show que hacían los músicos al subir al kiosco del malecón por una escalera de madera, ¡era único!...cuando construyeron el kiosco, por la década de los 20, en el Gobierno de don Manuel Esquerro, se les olvidó ponerle escalera, y los músicos tenían que hacer circo, maroma y teatro para subir los aparatos musicales, sobre todo el bandolón y el Violonchelo, y la muchachada nos quedábamos en suspenso cuando los músicos subían al kiosco con todo y aparato por aquella escalera, para amenizar las tradicionales tardeadas. Don Rafael Castro, sus músicos, y su orquesta eran únicos con la música romántica que tocaban...se bailaba pegadito, de cachetito, corriditas, mambo, boleros, danzones, cumbias y hasta tangos, así como popurrís de Agustín Lara, y la gente se quedaba resollando gordo, como agarrando aire cuando tocaban las tandas de resistencia que duraban hasta una hora. Después del bailongo, los muchachos contrataban la música para llevarles serenata en los balcones a la luz de la luna, a las muchachas, ya fuera por motivo del Día de su santo o simplemente por una reconciliación. El año nuevo y el día de Las Madres, los músicos no dormían. En épocas de las armadas perleras cuando regresaban buzos y pescadores después de cuatro o seis meses de trabajo, o los de la pesca del tiburón, lo primero que hacían era contratar las orquestas de don Rafael y Don Luis, quienes cobraban a diez pesos la hora.

            Maravillosa música arrancadas con el alma de don Rafael Castro y su equipo a las cuerdas de los aparatos musicales que llenaban de sana alegría y hacían vibrar de felicidad a las familias del ayer, entre aquellos efluvios perfumados de nuestra hermosa bahía de La Paz, bajo la lápida celeste, tachonada de refulgentes estrellas...era una bella conjugación de risas, taconeos, murmullos de palmeras y notas musicales que apagaban el ruido de las olas de aquellas cristalinas aguas que duplicaban el disco plateado de la Luna y que reventaban hasta la orilla del malecón. En aquella época romántica, desde las cuatro de la tarde el corazón de La Paz se inundaba de alegría...era toda una fiesta...todos éramos felices...si hasta nos andábamos riendo solos...éramos como una gran familia que disfrutábamos las serenatas en el malecón o en la plazuela hasta las diez de la noche, y luego, continuaba en la Mutualista. ¡Que tiempos!, regresábamos presurosas con el corazón y las zapatillas en la mano, temerosas por aquellas leyendas que contaban los mayores, de las casonas antiguas, de espantos y aparecidos, o si bien nos iban no fuéramos a escuchar el lastimero grito de la llorona, o toparse con la “taconuda”, o la mujer de blanco, o el perro prieto arrastrando cadenas y la gallina con pollos por la 16 de Septiembre.

            Las muchachas lucían bellísimas, muy naturales, con sus peinados de cola de caballo o permanentes olorosas a jabón Maja o maderas de Oriente, Camay, Colgate o Palmolive, con sus perfumes “Flores del Desierto”. La moda eran vestidos largos o rectos, y de medio paso chemis, mumus, o amplios con crinolinas, modelos elaborados por costureras sudcalifornianas sacados de los catálogos que vendían en la primer librería que hubo en La Paz, fundada por Don Francisco Arámburo. Antes las amas de casa eran productoras en su propio hogar, de esa manera apoyaban el gasto familiar y tenían especial cuidado de sus hijos, así como de su educación y formación...en cada barrio, y a cada paso había mujeres que se dedicaban a la costura y otras manualidades ¡y que bonitos vestidos elaboraban!...a los jóvenes los vestían los sastres, y había algunas mujeres muy buenas para hacer ropa para hombres. Para el baile,  los muchachos también estrenaban pantalón de casimir inglés, gabardina, mezclilla caqui o rayón, y camisas de las mejores, cada domingo, al igual que las muchachas para asistir a las tardeadas con su cabello muy cortado en las peluquerías de aquel ayer, y que algunas aun perduran: con el ‘Zurdo”, con don Polito o Pablito Nuñez, o  con Murillo, e iban muy perfumado con Jockey Club u Old Spice.

            El Triunfo y el Valle Perdido fueron cunas de excelentes músicos y compositores. Doña Julia Mendoza de Arámburo fue una gran pianista y maestra de música, surgiendo un semillero de hombres y mujeres que deleitaban el espíritu con este arte, así como don Tereso Hernández con su violín Stradivarius, y la escuela de música en La Paz dirigida por el señor Sandosoqui. De las primeras orquestas de aquel ayer fueron los canarios, de don Felipe y Manuel Muñoz, la Sinaloense de don Filomeno Mijares, la Orquesta Castro, de Don Rafael, y la de don Luis Gonzalez y sus tigrillos quienes tocaban para todos los niveles sociales. Los bailes populares se realizaban en el kiosco del malecón los domingos, las tardeadas, los jueves en la plazuela. Había bailes también en el merendero, en la Escuela 48, en los Portales, en el Tico Tico, en la Tercera Zona Militar donde fue el primer Club Social Paceño, y los tradicionales bailes blanco y negro efectuados en el Hotel Perla organizados por el Club Rotario La Paz,   y por la década de los 60 en el casino Corona y la explanada del malecón donde se inició Los Aficionados y estaban de moda los ritmos del Rock and Roll y el Twist. Además, se hacían bailes también en los corredores cubiertos de perfumadas enredaderas, de madreselvas y emparrados, en los hogares de algunas familias entre ellas las muchachas Gutiérrez Marquez que fueron famosas por esos bailes, que organizaban por el barrio El Manglito para festejar la poda de la parra y la siembra de la calabaza así como del músico y día de la candelaria, después de haber disfrutado de una caguamada enmarcada con la música. Cómicas, anécdotas, sucedían en aquellos populares centros de bailes...una que pasó en la mutualista donde rompían cancha Josefina Olmos de Taylor,  el coco Gaona con los mambos y danzones, así como el Machaca y Pablito Ríos, además de El Sorbete y María Luisa Piñuelas, quien gritaba alegremente ¡Don Luis, tóqueme la almendra!. Había un muchacho que vendía exquisito y aromático pan de huevo en una gran batea que portaba sobre su cabeza, y el alegre pregón ¡Pan de huevo! En una ocasión que fue al baile, solicitó una tanda a una linda muchacha de amplios ropajes con crinolinas y  peinado de cola de caballo, y le dijo “señorita, ¿pan de huevo?”, en lugar de decirle, señorita bailamos...otro día era la comidilla el pobre muchacho.

            En la Mutualista, siempre estaba la perica lista para cualquier eventualidad...algunos muchachos antes de llegar al baile se echaban sus copetines con el tablitas o en la cantina de don Conrado de La Peña, donde siempre estaba tocando la vitrola, y los músicos trovadores los que se bajaban en esa esquina, en los primeros autobuses del pueblo, “el panochón” y “la panochita”, entre ellos el Prof. David Rolland, a quien le sacaron una anécdota: “una vez los cuicos estaban subiendo a la Julia a unos borrachitos, y Rolland al verlos, sin saber de que se trataba les dijo – esperen yo también gua ir. Y los policías le patearon el trasero y va pa dentro de la perica con todo y violín y desde entonces salió ese dicho popular “y como dijo Rolland yo también gua ir”... Don Rafael Castro y Don Luis Gonzalez fueron muy celebres y solicitados...en los balcones a la tenue luz de la luna y de los farolitos coloniales les llevaban serenatas a las muchachas de aquellos tiempos...en las bodas, así como en todos los eventos cívicos y sociales en La Paz y en todo El Estado. En los carnavales, ¡que carnavales!, las orquestas de don Rafael y Don Luis jalaban a todos los habitantes de La Paz, era el alma de las fiestas carnestolendas...el gobierno traía bandas de Sinaloa y por todos lados de la plazuela tocaba una orquesta...había muchas serpentinas, cascarones, confetis y mascaritas...mientras que las muchachas bailaban, los padres niños y abuelitos disfrutaban la sana convivencia con un ojo al gato y otro al garabato. En las serenatas, don Rafael cobraba a pachuco la pieza. Cuenta don Rafael, que don Julián Rivera tenía un carro modelo T, como el que tenía el sordo Camacho, que siempre hacia tanto ruido y lo traía lleno de tilichis. A don Julián le gustaba subir a los músicos a la troca, la que quedaba repleta con los aparatos musicales y los paseaba por toda La Paz tocándole “La Pajarera”, y los músicos lucían orgullosos además de su música, los trajes que les hacían los sastres del pueblo, don Manuel Bond, Crespo, Moraila, y Don Julián Pérez, y los zapatos de vaqueta de suela viosca que le compraban a don Julio y Don Esteban Beltran a cinco pesos el par.

            Don Rafael Castro, de 83 años de edad, es un tesoro de arte musical sudcaliforniano, uno de los 10 hijos del señor Alfredo Castro Martínez, originario de la tierra minera San Antonio y de la Triunfeña Matiana Manríquez de Castro...don Rafael contrajo nupcias con la señorita Adela Hirales, procreando siete hijos: Yolanda, Alfredo, Héctor, Rubén, Roberto, Juanita y Antonio, a quienes con el esfuerzo conjunto de su fiel y virtuosa compañera formaron profesionistas en beneficio del desarrollo de nuestro Estado. Don Rafael estudió música y solfeo con el profesor Gilberto Mendoza y Luis Gonzalez...por las mañanas trabajó durante 35 años en el Centro de Salud como inspector, por las tardes trabajaba su orquesta siendo además el fundador del Sindicato de Músicos. Mientras doña Adelita colaba el café de grano, entre aquellos aromas, la pequeña y antigua mansión perdida entre el huerto de árboles frutales se cimbraba con la fuerte música que retumbaba en las tardes de ensayo; y todo el vecindario así como la palomilla del barrio acudían alrededor de la casa a escuchar las notas musicales y disfrutar de aquellos estruendosos momentos que hacían vibrar a los habitantes del ayer. Los músicos integrantes de las orquestas de antaño que nos deleitaron y que en su gran mayoría duermen el sueño eterno son:  Prof. Luis Peláez Manríquez, Filomeno Mijares, Maximiliano Ayón, Felipe Antonio Jordán Muñoz (el negro Jordán), Raúl Carvallo Jordán, Paz Gonzalez, Martín Martínez, Felipe Muñoz Flores, Lope Hernández López, Manuel Muñoz Flores, Expectación Martínez, Mario Cota Patiño, Rodolfo Meza Gutiérrez, Miguel Muñoz Flores, Luis Hernández López, don Enrique Ramos y José Martínez, además de don Rafael Castro y don Luis Gonzalez, quienes fueron fundadores y a través de los años, muchos músicos pasaron por las orquestas de don Rafael y don Luis, y sus tigrillos, de los canarios con la Sinaloense que hicieron la época de romance en la paz de antaño con sus callecitas empedradas, farolitos a media luz, gente durmiendo en las banquetas a la luz de la luna y de las estrellas arrullados por la música y los molinos de viento.

            El progreso se impuso, se acabaron las serenatas, aquel ambiente de familia, aquella tranquilidad, y también aquel romance. En la actualidad también lo hay, pero de diferente manera. Disfrutó alguna vez de la inolvidable música de piano interpretada por el Prof. Norberto Flores en el bucanero a media luz?...de las prestigiadas pianistas Kichu Isáis así como de Machu...de Luis Peláez, el señor del puro, cesar Trasviña, Alfonso Espino, y de la melodiosa voz de las inolvidables hermanitas Flores acompañada por los madrigales, el mariachi peninsular, que acompañaba a chayito morales, creadora de la sentida composición “La Paz Puerto de Ilusión”, entre otras, así como de la reconocida cantante, la Chula Angulo, Alma Vázquez, y demás trovadores que hacían llorar sus instrumentos musicales en aquella época de ensueño de La Paz de mis recuerdos, de mi añorada Paz romántica de ayer y de hoy.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…




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