jueves, 5 de abril de 2018

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“LA DAMA DE NEGRO DE LA CASONA”.
A través de los años son muchos los que se han espantado en esa antigua mansión...la casona ubicada en las calles Independencia y Gómez Farías, ha pasado de dueño en dueño, y pocos la han podido habitar...son varios los que han vivido en ella, y al poco tiempo salen despavoridos al ver a la dama de negro que habita en esa antigua mansión envuelta en la historia y la leyenda...en varias ocasiones han puesto negocios y también los han tenido que cerrar...la casona de la dama de negro se le mira sola y siempre cerrada.
Eran los años aquellos de La Paz de antaño, de los cuarenta y tantos...de floridos y perfumados jardines, y de tantas otras cosas bellas dignas del recuerdo...la tuberculosis se enseñoreaba en nuestra entidad...la ciudad blanca le decían a La Paz...la muerte andaba con su guadaña, cegando vidas sin misericordia, no respetaba edades ni posición social...eran muchos los enfermos y los que morían con la peste blanca...quemaban sus casas y sus pertenencias, o encalaban las casas que quedaban en pie, como la casona, por ejemplo, entre tantas otras.
Aquella fresca mañana de primavera jugaba yo tras el pretil de la encalada hornilla con mi muñeca de trapo y mi inolvidable perro viejo “El pachuco”, después de llegar del Mercado Madero como era la costumbre, de la compra diaria...recuerdo que mi abuelita le decía a mi madre “Juanita, no quiero que oiga la niña lo que voy a decirte porque se va asustar y ya no me va a querer acompañar en las madrugadas al mercado a moler el nixtamal...ten cuidado cuando pases por la casona, donde murieron tantas personas enfermas de tiz (tuberculosis), y que no hace mucho tiempo la quemaron, pues fíjate que me acabo de espantar y tuve que aguantarme para que la niña no se asustara...resulta que cuando íbamos a moler el nixtamal como a las cuatro y media de la mañana al pasar por la casona, estaba parada en las escalinatas del portal una mujer vestida de largos ropajes negros, era muy grande, se veía con un porte majestuoso, imponente, el cabello muy negro y brillante, era ondulado y le caía sobre los hombros hasta la media espalda...no se le miraba el rostro, la dama de negro estaba derechita como clavada en el suelo, pero lo curioso es que sus pies no tocaban el piso.
...Cosa buena no es, porque estaba vestida toda de negro, así que ten cuidado no vuelvas a pasar por la casona; ya otras personas me habían dicho que las habían espantado pero no les creí, pero nunca pensé que a mí me iba a suceder esto”, terminó diciendo mi inolvidable abuela, quedando mi madre sorprendida...pero mi perro y yo, ya estábamos escuchando.
A mis escasos cinco años, quedaron grabadas aquellas palabras de mi nanita, y en el recuerdo la aterradora mansión, flameada de tizne sus interiores y paredes por fuera. Fue muy hermosa esa casona antes de que la quemaran...era toda de piedra encalada no tenía barda a sus alrededores y podía apreciarse la mansión en toda su belleza, con su portal de escalinata y sus vistosas columnas de estilo románico....contaba la leyenda que en la casona murieron familias enteras enfermas de tiz, que a pesar que la encalaban y desinfectaban, no entendían por qué se enfermaban y morían quienes las iban habitando...unos decían que en la perilla de la puerta, estaba el virus, y se contagiaban; otros decían que quizás, los que iban muriendo no querían que la habitaran....y así se fue tejiendo la leyenda, lo cierto es que entre llamas estaba la casona un día; y sin ventanas y puertas a causa de la lumbre, flameados de hollín, en las paredes sus huecos, y toda ella tiznada por dentro, así estuvo por muchos años abandonada...el verla causaba pavor...la gente le sacaba la vuelta, ya circulaba la leyenda de que en esa casa espantaban; algunos llegaron a ver también dos niños que cruzaban las paredes y a una mujer vestida de blanco caminando por los corredores estilo californiano.
Dicen que fueron muchos los que escuchaban lamentos y arrastrar de cadenas, y de pilón, una mujer de negro parada en el portal, o deambulando por toda la casa...así pasaron los años y la casona abandonada, quedó envuelta en la leyenda.
Por la década de los 80 y 90 fueron varios los intentos de negocios de restaurante y bar en esa casona en mención, pero lo mismo que fracasaban...cuentan que molestaban mucho a los clientes, que en una ocasión estaba un grupo jugando a los dados y que de pronto, les voltearon la mesa sin encontrar una explicación, que en otra ocasión, la copa solita se levantó de la mesa hacia la boca del cliente....que otra vez, el cocinero preparaba los alimentos, y de repente tenía por un lado a una altísima y hermosa mujer vestida de negro que lo miraba con gran tristeza...ésta daba la vuelta y luego desaparecía pasando por entre las paredes rumbo al jardín, según la buscaban por todos lados y nada...otros cuentan, que cuatro o cinco mesas llenas de copas gravitaban en el aire ante la aterrada mirada de Toño el cantinero, y Toño el mesero, quienes no podían creer lo que estaban viendo, luego caían todas las copas al piso con gran estruendo, quedando suavemente las mesas en su lugar; cuentan que ni por la feria volvieron los Antonios... y así abrían y cerraban el restaurante al paso del tiempo, pero los clientes y algunos trabajadores se iban pasando lo que ahí acontecía, hasta que una vez, quizás la última experiencia de que se tenga conocimiento, es que una madrugadita, de aquellas, después de la dura jornada, y de que los clientes se retiraron uno de los meseros, seguro de que ya estaban solos el patrón y él, salió al jardín a hacer una necesidad biológica, pero en esas estaba, apuntando hacia las matas, cuando sintió que se moría dela vergüenza ¡Estaba frente a él una altísima mujer vestida de negro!, ¡que lo miraba intensamente!...casi le orinaba los pies, y el pobre mesero se deshacía en disculpas con la muchacha “Perdone señorita, no fue mi intención, pensé que ya todos los clientes se habían retirado”, y en esas estaba todo tembloroso, haciendo ademanes como si platicara con alguien, cuando llegó el patrón y le dijo “Pues ora tú, ya te volviste loco, hasta estás hablando solo”...”perdone patrón le estoy pidiendo disculpa a la señorita, pues pensé que ya se habían retirado todos los clientes”... “¡Pero cual señorita!”, dijo el patrón “si aquí no hay nada, yo creo que ya te amolaste, estás viendo el espanto que dicen que vive aquí”.
Después de esto, el pobre muchacho estuvo muchos días enfermo, y cuentan que ni por la feria volvió...y desde luego, el restaurante se cerró...y ahí está la casona, sola, triste y abandonada, habitada por la dama de negro, y por un par de enormes perros negros Rottweiler, que solo ellos saben lo que ven allí, porque aúllan lastimeramente al ver seguramente a la mujer de negro, la de blanco y los niños que se pasean en toda la misteriosa casona envuelta en la historia y la leyenda...
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…

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